Los niños y la tecnología: uso, pero no abuso

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Las nuevas tecnologías cambiaron la velocidad de casi todos los ámbitos de nuestras vidas. La relación de los niños y la tecnología es un mundo tan lleno de beneficios como de riesgos.


En la mesa de un restaurante, una familia espera a ser atendida. Un niño de unos cuatro años está usando su tableta, el padre mira su smartphone y una pequeña de aproximadamente dos años desliza sus pequeños dedos por la pantalla del teléfono de su madre.

“Mientras los padres disfrutamos de la paz momentánea que produce darle a nuestro hijo un aparato para que juegue, en secreto nos preocupa si ese tiempo al frente de la pantalla le está causando daños en el cerebro”, dice la Licenciada Paula Tripicchio del Departamento Infanto Juvenil del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO). El tema de los niños y la tecnología es amplio, muy complejo y tiene muchas aristas y enfoques, pero sin duda es algo sobre lo que es importante detenerse para cuidar la salud de los niños y en definitiva de la sociedad del futuro.

Nativos e inmigrantes digitales

Los términos nativo e inmigrante digital son relativamente recientes; fueron acuñados por el especialista en educación Marc Prensky en 2001, como una forma de marcar un cambio generacional según la familiaridad que tienen las personas con la tecnología. El autor define a los nativos digitales como aquellos que nacieron en una cultura en la que reina lo digital, mientras que los inmigrantes digitales son habitantes del viejo mundo, que crecieron en una era analógica y luego se sumaron a este presente donde la informática es omnipresente.

Prensky dice que en ningún momento de la historia la tecnología avanzó tan rápido como ahora y que lo seguirá haciendo “más rápido y más rápido. No estamos en una transición hacia otro período de estabilidad, y ese es el punto clave. Las personas siempre estarán atrasadas ahora y eso será una tensión con la que tendrán que lidiar”.

Pero más allá de saber cómo usar estas nuevas herramientas, hay algo intrínseco al ser humano: físicamente no estamos preparados para adaptarnos a estos cambios y a esta velocidad. Por eso el uso de la tecnología trae aparejados riesgos que van desde lo cognitivo hasta lo social especialmente para niños y adolescentes.

“Aric Sigman (2012) calcula que los pequeños que nacen ahora pasarán el equivalente a un año pegados a las pantallas antes de cumplir los siete. Este es un dato preocupante sobre todo en un contexto en el cual las pantallas son dominantes y vinieron para quedarse», afirma Tripicchio.

Algunas consecuencias

Algo en lo que muchos especialistas ya están de acuerdo es una de las primeras consecuencias comprobadas y ampliamente aceptadas: existe una relación entre la miopía y el uso precoz y excesivo de dispositivos, tanto es así que se estima que para 2020, tres de cada diez adolescentes serán miopes.

Otro tema del que varios estudios dan cuenta es el de la vinculación entre el uso de tecnología y la obesidad. Sedentarismo y publicidad de alimentos poco saludables, resulta un combo altamente nocivo para niños y adolescentes. “Son varios los estudios que dan cuenta de esto, –nos cuenta la Lic. Tripicchio- Certain y cols, 2002; Proctor y cols, 2003; Francis y cols, 2006; Henry y cols, 2009; Jain y cols, 2010; Zimmerman y cols, 2010 son algunos de ellos”.

La otra pandemia

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Estudios realizados en todo el mundo muestran un aumento del tiempo frente a la pantalla en niños y adolescentes durante la pandemia.

Una investigación realizada entre más de 5.000 adolescentes muestra el aumento en la media de uso diario. El estudio fue realizado por JAMA Pediatrics y da cuenta de que los adolescentes encuestados en los primeros meses del SARS-CoV-2 usaron dispositivos un promedio de 7,7 horas al día, una cantidad superior a las estimaciones precoronavirus (3,8 horas/día).

«Bajo la sombra de la COVID-19, la vida de millones de niños y jóvenes ha quedado limitada a sus hogares y sus pantallas. Para muchos, internet se convirtió rápidamente en la única forma de jugar, socializar y aprender.

Al mismo tiempo, la salud física y emocional de los niños es cada vez más preocupante, y existen pruebas que sugieren que pasar más tiempo en internet conlleva realizar menos actividades al aire libre, reduce la calidad del sueño, aumenta los síntomas de ansiedad y fomenta hábitos de alimentación poco saludables», escribió Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF, en su Declaración con motivo del Día para una Internet más Segura.

 

Niños demasiado pequeños

Muchas las organizaciones e instituciones ya están alertando sobre los riesgos de los nuevos tiempos y sugieren una serie de alertas y medidas. “La Academia Americana de Pediatría desaconseja el uso de dispositivos electrónicos antes de los 18 meses y afirma que entre los 18 y 24 meses puede haber un uso restringido y siempre acompañado por un adulto, relata la Licenciada Tripicchio. Entre los 2 y los 5 años sugiere que el tiempo máximo de exposición a las pantallas no sea superior a una hora por día y en compañía de un adulto. Y a partir de los 6 años, que el niño tenga un consumo manteniendo el equilibrio y sentido común: que haya límites en el tiempo de consumo, que el contenido sea apropiado para la edad y que no afecte el sueño, ni la sociabilidad o la actividad física”.

Impacto muy grande

Los impactos en resultados en el área de educación y social también son estudiados por los especialistas. “Un estudio de Pagani y Cols (2010) muestra que altos niveles de exposición a pantallas en niños menores de 3 años genera impactos negativos en los resultados académicos y sociales.  Y son muchas las investigaciones que coinciden en que cuanto más tiempo utilizan los niños el smartphone, menos capacidades desarrollan. Esa es la demoledora conclusión del estudio presentado por el Ministerio de Sanidad alemán, que constata que el uso de dispositivos móviles disminuye el desarrollo del habla en niños pequeños y dificulta la concentración de los escolares de primaria, por lo que desaconseja el uso de smartphones antes de los 12 años. Pero los daños comienzan mucho antes. Ya en la lactancia, los bebés cuyas madres usan el móvil mientras dan el pecho o la mamadera, sufren más trastornos del sueño y se alimentan peor.

El riesgo de tener alteraciones en la concentración es seis veces mayor en niños de 8 a 13 años que usan más de media hora diaria sus dispositivos, frente a quienes no los usan. El estudio, en el que han participado más de 5.500 niños y padres, muestra también que la hiperactividad motora es 3,5 veces más frecuente de lo normal entre los niños de entre 2 años y 5 años que usan el teléfono móvil más de media hora al día. Además, la investigación reveló que más del 16% de los jóvenes de entre 13 años y 14 años señalan tener problemas para controlar el uso de Internet”, nos cuenta la especialista de INECO.

La exposición a dispositivos tecnológicos comienza a edades cada vez más tempranas y esto tiene consecuencias en varios aspectos del desarrollo de los niños. “Un revelador nuevo estudio de la Pediatric Academic Societies examinó en profundidad la conexión entre el tiempo que los niños pequeños pasan frente a los dispositivos portátiles y el desarrollo del habla.

Un total de 894 niños de entre 6 meses y 2 años participaron del estudio que confirma lo que muchos sospechaban: la tecnología no nos hace necesariamente siempre más inteligentes. Al mismo tiempo crearon una herramienta que llamaron la «Lista de Verificación Infantil» que les permitió medir el desarrollo del habla mediante el cumplimiento de distintos hitos en lo que hace al lenguaje, metas que los niños deberían alcanzar según cada etapa de su vida inicial.

El promedio de exposición frente a las pantallas registrado fue de 28 minutos diarios, con un 20% de los niños que, a los 18 meses, ya registraba un mínimo de media hora frente a los displays luminosos. Los hallazgos fueron alarmantes. Esa mínima exposición diaria fue asociada con un incremento del 49% en retrasos del habla», alerta la Licenciada Tripicchio.

El rol de los padres

Los padres tienen un rol central y sus acciones no siempre ayudan. “Los estudios revelan que la mayoría de los padres no supervisan el uso de la tecnología de sus hijos en sus habitaciones, -cuenta la Licenciada Tripicchio- con lo que se observa que los niños tienen más dificultades para conciliar el sueño, lo cual afectará negativamente su rendimiento académico.

Los adolescentes son el grupo que presenta mayor riesgo, ya que son usuarios intensivos de dispositivos tecnológicos. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA (2012), alrededor de un 40% de los adolescentes argentinos se encuentran privados de sueño.  Según Leticia Luque, quien realizó un estudio en la Universidad Nacional de Córdoba en 2008, un 25% de usuarios de tecnología realiza un uso abusivo y agrega que es llamativo el número de mujeres que presentan este problema”.

Otros riesgos asociados a la tecnología tienen que ver con comportamientos sociales como el ciberbullying y el grooming, por ejemplo.

No todo es malo

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Un correcto uso de la tecnología también puede tener sus beneficios.

“El estudio de Kirkorian y Cols (2008) muestra que los niños mayores de dos años que se exponen a programas apropiados para la edad, diseñados con una impronta educacional, presentan mejorías cognitivas y académicas, nos cuenta la Lic Tripicchio. Por ejemplo, Mariona Grané asegura que los niños pueden interactuar con los dispositivos móviles y las tabletas mediante juegos que les ayudan a desarrollar habilidades que tienen que ver con la toma de decisiones, el análisis de datos, la observación, resolver problemas, y esto les hace avanzar en su pensamiento.

Las nuevas tareas que nos propone la tecnología actual implican una remodelación de nuestro cerebro. Y hay que superar la tentación de juzgar a la tecnología como minimizadora del desarrollo de nuestra actividad cerebral, cuando también abre nuevos campos y saberes y profundiza conocimientos en otros aspectos, concluye la Lic. Tripicchio.

La clave está en algo tan básico como la supervisión del adulto que debe tener en cuenta tanto los tiempos de exposición como los contenidos a los que los chicos acceden; y en encontrar un equilibrio para que el uso no se convierta en abuso.