Santiago Llach: la literatura como refugio y como oficio

Santiago LlachSantiago Llach es escritor y lector, porque claro, no se puede ser lo uno sin lo otro. Dicta y crea talleres para enseñar a leer y a escribir a gente que ama la literatura, pero también organiza eventos, viajes literarios, residencias de escritura y próximamente, abrirá una librería. Tal vez podríamos definirlo como un verdadero emprendedor de las palabras.

Fotos: gentileza Santiago Llach

Santiago Llach nació en Buenos Aires en 1972. Fue editor, corrector, jurado y colaborador en diversos medios. Tiene una amplia obra. Publicó varios libros de poesía y un libro de crónicas.

De lector a escritor y de escritor a maestro de escritura. ¿Cómo fue ese camino?

Bueno, fue un camino marcado, yo creo, por una especie de dificultad social e interna también. Como una sensación de desajuste siempre que me llevó a fascinarme con este diálogo en silencio con los muertos que es la literatura desde muy chico, para protegerme del mundo.

Y fiel también a este espíritu un poquito misántropo y obsesivo, me convertí en una especie de fanático a la vez que vi que era una experiencia enriquecedora y habilitante.

Después, bastante prematuramente, junto a la lectura estuvo este deseo de escribir, esta práctica de escribir que en concreto fue casi siempre, como dice Proust una literatura de anotaciones, registros inconstantes y fragmentarios a los que después les di algún formato. Siempre con una sensación o modo de vivir la cuestión bastante dubitativa respecto de mí mismo y de mi potencial de escritor y muy autoexigente, lo que hizo que en largos períodos no publicara, como ahora, aunque en la práctica fui publicando cositas acá y allá. Siento que tengo una obra dispersa.

Después se fue dando, un poco por la necesidad de tener un trabajo o, más que nada tener un medio de vida, esto de los talleres de escritura donde fui mezclando todo tipo de experiencias: terapias individuales, grupales, etc. como una especie de historial de reflexión sobre mí mismo bastante intenso, sobre mi propia escritura y sobre la literatura en general. Todo siempre desde un margen absoluto, fiel a esta fobia. Era alguien que no funcionaba en lugares, en oficinas en trabajos en relación de dependencia, entonces estaba en relación de independencia lo cual siempre es problemático.

Medio mágicamente en algún momento se fue armando un circuito, un círculo; muchas personas se empezaron a acercar, yo fui aprendiendo, equivocándome mucho y contra mis expectativas y hasta contra mis proyectos apareció esto que para mí fue muy gratificante que fue poder habilitar a otros poder generar una especie de gran comunidad, yo diría una red – en la que yo soy uno más- de gente escribiendo. Yo decía siempre, yo solamente pongo unos vasos en la mesa de mi living y recibo gente; ese fue mi momento, casi diría, de gloria o al que extraño, ese momento de la década de los 2010 de mucho taller y después, más adelante vino el Mundial de Escritura y demás que fue una especie de conversión a escala de esta experiencia básica que es la del taller, la experiencia de compartir intimidad, de compartir el rudimentario acto de la lectura y la experiencia de intentar expresarse. Fue algo muy fascinante para mí poder asistir al parto de grandes textos o pequeños textos, de muchos textos en los cuales las personas encontraban sus propias palabras para contar el mundo y contarse a sí mismos.

Santiago Llach¿Por qué motivos la gente quiere empezar a escribir?

La escritura, como experiencia humana, es bastante reciente. Tiene entre 20 y 10 mil años, mucho menos que la oralidad. Es un sistema de expresión, por supuesto, también de registro, es lo que permite acumulación de saberes, finalmente desarrollo de civilizaciones y culturas. Es decir que es una experiencia básica del ser humano civilizado tal como lo conocemos.

Como dice Walter Benjamin, todo documento de civilización es también documento de barbarie. Y esto aplica para la literatura en el sentido de que expresamos todo lo que no funciona, todo lo que falla.  Expresar lo que falla también tiene una larga tradición, de hecho, casi siempre se escribe en contra: de uno mismo, de otros o del mundo. ¿Por qué la gente necesita escribir? Primero por esto, para expresarse.

Segundo, a veces, cada vez menos, por imitación a raíz de la pasión de la lectura: “Me gusta esto, quiero hacerlo; me gusta el tenis, quiero jugar al tenis; me gusta leer un libro, quiero escribir un libro”.

Y después por algo más coyuntural, que tiene que ver con esta época, que es una época de estallido de las escrituras bajo la forma de este libro de arena que es el teléfono celular.

Yo distingo muy bien el momento en que esto empezó, para mí fue casi emocionante. Fue el momento en que la publicación instantánea y gratuita se volvió universal. Y esto sucedió con los blogs, sistemas automáticos de registración, las redes sociales, donde uno podía publicar de inmediato. Esto lo cambió todo.

Yo seguí muy de cerca el desarrollo de los primeros blogs literarios o paraliterarios acá. Y también vi cómo eso generó una especie de manía de la escritura o grafomanía, que es todo un proceso cultural súper interesante, que a veces da la sensación de estar girando en el vacío y a veces da la sensación de ser una especie de momento de renacimiento y de explosión y de cambio cultural. Últimamente lo vemos como negativo, pero no hay que apurarse con los diagnósticos.

¿Se puede enseñar a escribir?

¿Es lo único que no se puede enseñar? Creo que el problema de la escritura es que es inespecífica. O sea, el dominio del lenguaje oral va en la enorme y abrumadora mayoría de los seres humanos desde el año o los dos años de adquisición del lenguaje oral hasta los cuatro, cinco o seis años de la adquisición del lenguaje escrito, de la escritura, de la lectura, de la lectoescritura. Entonces, es algo que todos dominamos.

Se puede decir que el que quiere escribir literariamente tiene mucho mejor nivel que el que quiere empezar a tocar la guitarra, ¿no?

Entonces, todos tenemos el bagaje de la lectoescritura y del habla. Pero bueno, después hay como principios o desafíos muy establecidos en relación a la escritura literaria y artística muy distinguibles que pueden ser útiles para quienes empiezan.

La reflexión sobre la propia actividad es inherente a cualquier actividad. Lo que pasa es que en la escritura o en las cosas que tienen que ver con el lenguaje la reflexión sobre la propia actividad se vuelve a veces algo muy circular y hasta neurótico, medio como una puesta en abismo, porque es escribir sobre escribir sobre escribir.

Y después, como en todo, hay estilos de enseñanza, hay personalidades, pero los talleres siempre existieron. Empezaron con Sócrates, que tenía un taller oral, o con los filósofos presocráticos, que recitaban por las calles. Siguieron con las experiencias cristianas y religiosas de todo tipo, de compartir saberes, oraciones, experiencias, confesiones y con las múltiples escenas de narración colectiva.

Más adelante la forma que hoy llamamos taller fue la del salón literario, y una forma más cercana a la actual es lo que podemos llamar el taller literario de Flaubert en el restaurant Magny’s, al que iban Turgueniev, los hermanos Goncourt, George Sand y unos cuantos más. Y luego con distintas experiencias del siglo XX, universitarias e informales.

Entonces, sí, se puede enseñar, se aprende, se mejora, se crea colectividad, se cobra conciencia de que la escritura es un hecho colectivo también. Sí, se trabaja la escritura, se puede trabajar con otros y se pueden enseñar cosas.

Contanos de Chasco y todas sus opciones

Chasco es el nombre de todos mis proyectos. Incluye la Escuela de Escritura, el Mundial de Escritura, los viajes y residencias, próximamente el Mundial de Lectura, y ya casi a punto de lanzarse también Chasco Libros, que es una librería por ahora online.

¿Cómo son los talleres de la escuela?

 Hay un formato básico de taller de escritura: gente que se reúne coordinada por un tallerista para leer sus propios textos, compartirlos, comentarlos y leer textos de autores del canon clásicos y contemporáneos siguiendo un programa.

Son reuniones de 8 o 10 personas y el objetivo es generar el hábito de la escritura, el desafío es escribir cada semana e ir adquiriendo herramientas para desarrollar la escritura. Son para gente amateur y también para quienes se proponen escribir una obra e insertarse en el mundo literario.

Yo no distingo mucho entre el amateur y el profesional, si es que eso existe; me parece que escribir es una forma de estar en el mundo como está quien camina, quien corre, quien juega al tenis. No me importa tanto si el objetivo es publicar. No me parece mal que la escritura, para algunos, sea un hobby. Enhorabuena.

Después hay otros talleres de lectura y cursos específicos para reflexionar sobre la escritura, relacionados con el guión, con el cine, con el dibujo, con distintas materias, pero que tienen que ver siempre con la lectura y con la escritura, con la literatura.

 La escuela de Santiago también organiza el Mundial de escritura, un evento en el que participan decenas de miles de personas de más de 50 países y cuyo requisito fundamental es que les guste jugar y escribir. En las últimas ediciones el mundial, además, entregó importantes premios.

Hace unos años Santiago también dicta un taller de lectura para recorrer los siete tomos de En busca del tiempo perdido, la gran novela de Marcel Proust.

Por eso quisimos hacerle el cuestionario conocido como cuestionario Proust.

Se trata de 30 preguntas contestadas por el escritor francés en un álbum de confesión, una forma de juego de sala popular entre Victorianos.

¿Principal rasgo de tu carácter?

La tenacidad

¿Qué cualidad aprecias más en un hombre?

La bondad y la alegría.

¿Y en una mujer?

El diálogo y la empatía

¿Qué esperas de tus amigos?

Cariño, comprensión y lealtad.

¿Tu principal defecto?

Mi neurosis autodestructiva que me lleva a sumergirme en abismos que por suerte ya he aprendido que pasan, si uno tiene paciencia.

¿Tu ocupación favorita?

No sé si la pregunta se refiere a algo que efectivamente hago o a una ocupación que, de manera abstracta, me interesa. En realidad, admiro todo lo que no tenga el peso, el sedentarismo y la solemnidad de lo intelectual. Admiro a quienes tienen una ocupación relacionada con las cosas prácticas.

¿Tu ideal de felicidad?

Hábitos saludables, una buena cantidad de dinero en el banco y, bueno… un poco de amor.

¿Cuál sería tu mayor desgracia?

Hay un cuento de Lorrie Moore en el cual el marido de la protagonista crea como una especie de estilo que se llama algo así como “anunciando la catástrofe para que no ocurra”. Lorrie Moore en efecto escribe, por ejemplo, sobre un cáncer de un niño y esto lo escribió probablemente cuando su hijo estaba atravesando un problema grave de salud.

La tesis sería, escribo para conjurar. Bueno, en mi caso, no puedo ni pensar en la mayor desgracia. Prefiero… I’d rather not to.

¿Qué te gustaría ser?

Me gustaría ser flaco.

¿Dónde desearías vivir?

En Madrid, probablemente. Y tal vez, por qué no, en Brasil

¿Tu color favorito?

El violeta

¿La flor que más le gusta?

El girasol.

¿El pájaro que prefieres?

El cuervo

¿Tus autores favoritos en prosa?

Borges, Proust y Lorrie Moore

¿Tus poetas?

Homero y Juan L. Ortiz

¿Un héroe de ficción?

La viuda Ching Pirata porque de algún modo adquiere rasgos masculinos.

¿Una heroína?

Y heroína de ficción vamos a dársela a Rosendo Juárez, personaje de Borges que rehúye el combate y por lo tanto elige, se pronuncia por rasgos estereotipadamente femeninos.

Son los dos grandes héroes de la retirada en Borges, aquellos que desde la barbarie eligen la renuncia a las armas y eligen por lo tanto la civilización. Diría que son dentro del fatalismo melancólico y humorístico de Borges, dos de los héroes donde hay instantes de libertad, de un feliz ejercicio de la renuncia y la libertad.

¿Tu músico favorito?

Vamos a poner a tres bandas. Dinosaur Jr., Pixies y The Smiths.

¿Tu pintor preferido?

Monet

¿Tu héroe de la vida real?

Borges, Messi, Omar Arnaldo Palma

¿Tu nombre favorito?

Benita y León

¿Qué hábito ajeno no soportas?

La masticación ruidosa.

¿Qué es lo que más detestas?

La complacencia política de los holgazanes de los jardines del saber.

¿Una figura histórica que te ponga mal?

Émile Zola.

¿Un hecho de armas que admires?

Tengo cero en historia militar. Uno puede ser la guerra de Troya y otro un evento similar a orillas del mar, un enfrentamiento que ocurrió en la década del 80 entre la muchachada del balneario aristocrático La Virazón y la muchachada del balneario de clase media Monte Pasubio.

¿Qué virtud desearías poseer?

La serenidad

¿Cómo te gustaría morir?

Tocando ska

¿Cuál es el estado más común de tu ánimo?

Ansioso

¿Qué defectos te inspiran mayor indulgencia?

La inseguridad

¿Tienes una máxima?

No tengo una máxima, pero tengo una oración “Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”.