La creación de las vacunas es uno de los hechos más importantes en la historia sanitaria de la humanidad. Son verdadera medicina preventiva. Su uso protege a los individuos y a la comunidad. Por eso es importante conocer el calendario tanto en la infancia como en las vacunas en el adulto.
La pandemia de coronavirus instaló la palabra vacuna en los titulares de las noticias cotidianas. Cientos de investigaciones se abocaron a obtener una vacuna eficaz a través de estrategias diferentes. Fue una carrera con evidentes repercusiones sanitarias, económicas e incluso políticas. La urgencia del problema y la variedad de recursos que se volcaron en la investigación permitieron que se contara con varias vacunas eficaces.
Esto nos lleva a reflexionar sobre la asombrosa eficacia de una estrategia que tendemos a dar por sentada, pero que ha sido fruto de la agudeza y la perseverancia de muchos investigadores desde hace al menos dos siglos. Las vacunas son unas de las intervenciones sanitarias que más han impactado en la mejoría de las condiciones de salud.
Vacas, humanos y vacunas
La inoculación deliberada de la viruela para prevenir las formas más severas de la enfermedad ya aparece en la China del siglo XVI, pero fue Jenner, a fines del siglo XVIII quien introdujo la práctica en Europa.
El llamado padre de la inmunología eligió como método la aplicación de material tomado de las lesiones de la viruela vacuna, una enfermedad del ganado relacionada con la viruela, pero que sólo produce en el humano una lesión localizada de la piel. Luego de la inoculación queda una inmunidad duradera frente a una posterior exposición a la enfermedad humana. Más tarde, la denominación de vacuna se extendió a las inmunizaciones para cualquier enfermedad infecciosa.
Educando al sistema inmune
Para comprender el funcionamiento de las vacunas debemos recordar que el niño nace con los anticuerpos que la madre le transmite durante el embarazo, pero luego debe comenzar a reconocer los diferentes agentes infecciosos a los que se expone y producir sus propias defensas frente a cada uno de ellos. Estas consisten en anticuerpos específicos, que se unen al germen y favorecen su destrucción; y en un tipo de glóbulos blancos, los linfocitos T, capaces de localizar y destruir las células propias que han sido invadidas por la infección.
Si la persona se expone más adelante al mismo germen, la memoria inmunológica responde en forma inmediata produciendo anticuerpos y linfocitos T específicos, que impiden una nueva infección. Cuando la composición del virus o bacteria es estable a lo largo del tiempo, las defensas generadas resultan altamente eficaces para toda la vida, tal como ocurre con el sarampión, la rubéola o las paperas. En otros casos, como ocurre con los virus de la gripe, hay un cambio permanente de las características genéticas del virus que hace que las defensas frente a infecciones pasadas no sean del todo adecuadas para las nuevas cepas, lo que obliga a repetir cada año la vacunación con las formas más recientes del germen.
Finalmente, algunos agentes varían tan frecuentemente que no ha sido posible hasta ahora desarrollar vacunas eficaces, como es el caso del virus de la inmunodeficiencia humana y del virus de la hepatitis C.
Las vacunas funcionan suministrando una cantidad del virus o bacteria modificados de tal forma que no produzcan la enfermedad, pero que sea suficiente para “engañar “ a nuestro organismo, que piensa que está siendo atacado y así activa la formación de anticuerpos y linfocitos T, específicos para el germen, a la par que genera memoria inmunológica. Estos nos protegerán de una posible infección, en lo que constituye una intervención de prevención primaria.
Uno para todos y todos para uno
Las vacunas benefician tanto a las personas vacunadas como a las personas no vacunadas y susceptibles que viven en su entorno, ya que interrumpe la circulación comunitaria del germen.
La vacunación masiva de la población logró erradicar la viruela en todo el mundo en 1977. Otras enfermedades que han descendido sustancialmente y que podrían llegar a erradicarse son la poliomielitis y el sarampión. Para alcanzar esta meta el desafío es llegar a toda la población de los países de ingresos bajos y medios con un elevado porcentaje de cobertura vacunal. Paradójicamente, la aparición de movimientos anti-vacunas en los países desarrollados ha surgido como un escollo adicional para la erradicación de estas enfermedades.
Si bien estamos habituados a la importancia de cumplir cuidadosamente con el calendario de vacunación infantil, no siempre estamos igualmente atentos a las vacunas que requieren los adultos.
Hay tres motivos para vacunar a los adultos: en primer lugar, algunas vacunas requieren refuerzos para mantener las defensas durante toda la vida; en segundo lugar, es necesario aplicar por primera vez aquellas vacunas que no se recibieron en el momento adecuado, pero que protegen contra enfermedades que siguen siendo una amenaza para el adulto; y finalmente, hay algunas enfermedades propias de la edad adulta cuyas vacunas se aplican por primera vez en esta etapa.
Refuerzos para mantener las defensas
La vacuna triple bacteriana se aplica durante el primer año de vida y genera defensas contra la difteria, el tétanos y la tos convulsa. Se debe recibir un refuerzo de los componentes para difteria y tétanos (vacuna doble bacteriana) cada 10 años, durante toda la vida. De esta manera se mantienen defensas apropiadas y, frente a la eventualidad de una herida sucia que pudiera contaminarse con tétanos, el individuo ya se encuentra protegido.
El tercer componente de la vacuna triple bacteriana está dirigido contra la tos convulsa o coqueluche, una enfermedad respiratoria que no suele producir cuadros de importancia en el adulto que haya recibido todas sus vacunas infantiles, y que por ese motivo no se incluye en el refuerzo. Pero existen dos excepciones a esta regla, en las que se vacuna al adulto para proteger a los niños pequeños con los que está en contacto: la primera es el personal de salud que atiende menores de 1 año y la segunda es la mujer embarazada, que debe transmitir a su bebé un nivel elevado de anticuerpos que lo proteja hasta que empiece a recibir sus primeras vacunas. En ambos casos se usa la vacuna triple bacteriana acelular.
Nuevas dosis para cubrir los faltantes
Muchas de las vacunas del calendario infantil no existían cuando los adultos actuales tenían la edad para recibirlas. Por eso, es preciso cubrir ese bache para protegerlos contra aquellas enfermedades que pueden aparecer también en la vida adulta. Las más relevantes son la hepatitis B y el sarampión.
La hepatitis B se puede contraer a cualquier edad, transmitida por vía sexual o por vía parenteral, como tatuajes, inyecciones, cirugías o tratamientos odontológicos realizados con insuficientes precauciones de asepsia. La protección eficaz se alcanza con tres dosis de vacuna, que se aplican en forma gratuita en todo el país a las personas de cualquier edad que no se hayan vacunado previamente.
La vacuna para el sarampión se administra como vacuna triple viral, junto con rubéola y parotiditis, y como doble viral, asociada a rubéola. También se han hecho campañas aplicando sólo la vacuna antisarampionosa, como medida excepcional de refuerzo poblacional.
Todo adulto debe haber recibido, durante su vida, al menos dos dosis de vacuna triple viral, o una de triple y otra de doble viral, para estar adecuadamente protegido. En caso de no haberlas recibido o de estar en duda, el programa nacional provee las dosis faltantes en forma gratuita. Los nacidos antes de 1965 no necesitan vacunarse, porque se considera que han adquirido inmunidad con la infección natural. Esta vacuna no se aplica durante el embarazo, por la posibilidad de afectar al bebé, pero puede administrarse después del parto para completar el esquema básico.
Gripe y neumococo: la prevención de las infecciones respiratorias
La gripe o influenza es una enfermedad viral que se contagia de persona a persona a través de la tos, el estornudo o el contacto directo con superficies contaminadas. Como existen varias cepas de virus y cada una de ellas va mutando sus características con el tiempo, las personas nunca llegan a desarrollar defensas completamente eficaces, y pueden reinfectarse con influenza muchas veces en su vida. Las vacunas, que se renuevan cada año, reúnen tres o cuatro de las cepas que más han circulado en forma reciente. Como existe una demora de unos 6 meses para la producción de la vacuna, su eficacia varía cada año según la cercanía entre los virus contenidos en la vacuna y los que finalmente circulan en la comunidad en la temporada invernal.
Si bien la gripe no representa un problema grave en el adulto sano, puede producir una enfermedad más agresiva o complicarse con una sobreinfección bacteriana en las personas mayores de 65 años o en las de cualquier edad con defensas disminuidas, por lo que se aconseja la vacunación antigripal anual para todos ellos. Esto incluye a personas fumadoras o con otras causas de EPOC, diabéticos, pacientes con enfermedad crónica cardíaca, renal o hepática, alcoholismo, infección por VIH, inmunodeficiencia de cualquier causa congénita o adquirida, neoplasias de diferentes tipos, ausencia anatómica o funcional del bazo, etc.
También se aconseja la vacuna antigripal en el adulto sano para proteger a terceras personas, como es el caso de la mujer embarazada o puérpera, y de los trabajadores de la salud.
Los neumococos son las bacterias que con mayor frecuencia causan neumonía, además de otras infecciones respiratorias o generalizadas. Existe una diversidad de serotipos de neumococo, y las dos vacunas existentes se designan según el número de variedades que incluyen: la vacuna 13 valente y la 23 valente. Si bien comparten algunos de los serotipos incluidos, la eficacia de ambas vacunas es superior a la de cada una por separado, por lo que se recomienda administrar las dos. Para obtener una respuesta inmunológica óptima, conviene dejar un intervalo entre las dos vacunas. Las indicaciones son similares a las de la gripe, pero los esquemas varían según la condición del paciente.
Otras vacunas para adultos
Entre las vacunas para adultos no incluidas en el calendario nacional pueden mencionarse la dirigida contra el herpes zóster o culebrilla. El herpes es causado por el mismo virus de la varicela, que permanece latente en el cuerpo una vez curada la enfermedad y puede producir herpes zóster al reactivarse, por lo general después de los 50 años. Existen dos vacunas, una con virus inactivado y otra con virus vivos atenuados, cuyo principal efecto es reducir el riesgo de la neuralgia postherpética, un dolor persistente que puede quedar como secuela del herpes zóster. Estas vacunas tienen por el momento un precio elevado, que resultan en una ecuación costo-beneficio desfavorable como para sumarlas al calendario oficial gratuito.
Conclusión: cómo poner al día el carnet de vacunas
El registro de las vacunas recibidas es una pieza esencial del cuidado preventivo, no sólo en la infancia sino durante toda la vida. Repasemos brevemente las que corresponden al adulto en cada situación:
- Todos los adultos:
- Refuerzo de vacuna doble bacteriana (tétanos y difteria) cada 10 años.
- Iniciar o completar el esquema de 3 dosis para hepatitis B.
- Iniciar o completar el esquema de 2 dosis para triple/doble viral.
- Embarazadas:
- Refuerzo de vacuna triple bacteriana acelular (tétanos, difteria y coqueluche)
- Antigripal
- Puerperio (si no se recibió en el embarazo)
- Refuerzo de vacuna triple bacteriana acelular (tétanos, difteria y coqueluche)
- Antigripal
- Triple o doble viral (que NO debe administrarse durante el embarazo)
- Mayores de 65 años y personas con enfermedades crónicas o inmunosupresión:
- Antigripal anual
- Vacunas antineumocócicas 13-valente y 23-valente.
Todas estas vacunas forman parte del calendario nacional y se brindan en forma gratuita en los vacunatorios de todo el país. Otras vacunas tienen alcance geográfico limitado, como las de la fiebre amarilla o la de la fiebre hemorrágica argentina.
Aquellas que corresponde aplicar por grupo de edad no precisan orden médica. Para las que dependan de un diagnóstico en particular se puede concurrir con la indicación del profesional tratante, pero el Ministerio ha previsto, como estrategia adicional, la presentación por parte del ciudadano de cualquier documentación que certifique la existencia de enfermedades pre-existentes incluidas entre los factores de riesgo enumerados.
No olvide llevar su carnet de vacunas y actualizarlo con las recién aplicadas. Un pequeño esfuerzo personal nos permitirá disfrutar de toda la protección que nos ofrecen las vacunas existentes.