Como a los gorriones, al malbec argentino, según cuenta la historia o el mito, lo trajo a estas tierras el padre del aula, Domingo Faustino Sarmiento. Hoy esta variedad de vino es la cepa insignia de nuestro país y nos representa en todo el mundo.
Hay que remontarse a mediados del siglo II y viajar al sudoeste de Francia para encontrar los primeros cultivos de Malbec. Y hubo que esperar hasta mediados del siglo XIX para que esta cepa llegara a Mendoza de la mano de Michel Aimé Pouget. Este ingeniero agrónomo francés emigró a Chile donde conoció a Sarmiento que estaba exiliado en el país trasandino. En 1852 Sarmiento contrató a Pouget para desarrollar el cultivo de uvas en la provincia occidental de Mendoza. El francés habría traído una serie de variedades europeas hasta entonces inexistentes en Argentina, como el Cabernet Sauvignon, el Pinot Noir, y la que luego se convertiría en la uva más emblemática de nuestro país: el Malbec.
Para Alberto Arizu, presidente de Wines of Argentina y director de la Bodega Luigi Bosca, la historia es distinta, según le contara a la BBC: «No es cierto que Pouget trajera la primera cepa de Malbec. Los vinos europeos llegaron a la Argentina de la mano de los inmigrantes españoles, italianos y franceses que trajeron las semillas». Sin embargo, coincide en señalar a Puget como el responsable del éxito de la cepa en el país.
Un inmigrante que encontró su lugar
La «uva francesa», como se llamó durante décadas al Malbec, maridó fantásticamente con el suelo y el clima argentino.
“El Malbec es una cepa que viene de Cahors y Bordeaux, nos cuenta Eduardo Piccolo Antonini, Commercial Manager de Bodega Noemia. Cuando uno compara el Malbec argentino con los originales franceses, ve mucha diferencia y hay una explicación bastante simple. Cuando trajeron el Malbec a Argentina, por un tema de clima, suelos y disponibilidad de agua, se terminó dando mejor que allá. Se adaptó tan bien, que sobrepasó la expresividad que podía tener un Malbec en Francia”.
“Se ha reconocido mundialmente que el Malbec argentino ha superado a su progenitor en calidad, coincide Raymundo Ferraris de la Asociación Argentina de Sommeliers. Hoy nos estamos distinguiendo por sobre cualquier otro tipo de Malbec, porque los Malbec históricos y viejos de Cahors eran vinos muy oscuros y con un poco de agresividad gustativa y en Argentina hemos logrado una madurez, una redondez, una facilidad de tomarlo mayor que en su origen”.
“Creo que hay una cuestión de condiciones naturales que favorecen al Malbec argentino como la calidad del suelo de la cordillera, continúa el vitivinicultor de la Patagonia. Un tema importante es la exposición solar. La cantidad de días de sol que tiene Mendoza al año es muy superior a la cantidad a la de otras regiones”.
“Hoy el Malbec es emblemático de nuestro país porque ha encontrado un desarrollo agrícola distinto a los demás, se ha amigado mucho con nuestros ecosistemas, con nuestros terroirs y se ha diferenciado de su origen, refuerza el sommelier”.
La avenida más larga, el río más ancho y el mejor Malbec
Hoy, nuestro país ocupa el primer lugar del mundo en producción y calidad del Malbec. Ha cosechado además de las mayores cantidades de uva de esta cepa, una gran cantidad de premios internacionales.
“En Argentina hay unas 40.0000 has. de Malbec, de las cuales 34.000 están en Mendoza, unas 5 ó 6 veces más que en Francia y Chile que vienen en segundo puesto, con unas 6.000 has cada uno”, asegura Piccolo Antonini.
“En cuanto a la calidad la discusión es más subjetiva. Creo que el tiempo y los hechos respaldan mi teoría de que los Malbec argentinos tienen la mejor calidad del mundo, pero va a haber siempre algunos puristas fanáticos del Viejo Mundo que van a decir que los buenos Malbec de Cahors son superiores, arriesga el winemaker de Noemia. Lo cierto es que después de los `90 cuando llegó la tecnología y el know how de la vitivinicultura moderna, Argentina eliminó las barreras y las distancias con otros países en términos de producción y elaboración y de calidad. En definitiva, hoy la calidad del vino argentino está al nivel de la elite mundial”.
El preferido adentro y afuera
El Malbec se suma a Borges, el tango y el fútbol para ampliar la lista de emblemas argentinos en el mundo y también dentro de nuestras fronteras.
Aunque su mayor concentración está en Mendoza, se planta desde Salta hasta la Patagonia, adquiriendo en cada zona una particularidad propia y convirtiéndose en nuestra cepa insignia.
“Desde el punto de vista comercial Argentina es sinónimo de Malbec, cada vez que alguien en el exterior piensa en vino argentino, piensa en Malbec. Comercialmente es el vino que más vitalidad le puede dar al país, explica Piccolo. En principio por un tema estadístico porque la superficie plantada es predominante. Y porque Argentina es el lugar en el mundo donde más Malbec hay plantado, entonces la estadística manda. Los clientes afuera, muchas veces ni siquiera saben que en Argentina se producen otras cosas. Es un tema de marketing e imagen que hace que las exportaciones sean aún más concentradas en Malbec de lo que es el consumo interno que ya es concentrado, pero con un poco más de variedad”.
Señas particulares
Al Malbec se lo suele ver acompañando (o más bien maridando) con carnes rojas, carnes a la parrilla, quesos duros y pastas con salsa de tomate.
“Para reconocerlo lo primero es fijarse en su color, “un buen Malbec va a tener un color intenso, oscuro, si tiene un color livianito, un rojo medio teñido, hay un problema existencial con ese Malbec, antes de siquiera probarlo, nos ilustra el hombre de Bodega Noemia. Después ya es más subjetivo, para dar con un buen vino de cualquier cepa yo busco balance.
Hay gente que piensa que un buen vino es demasiado tánico, demasiado robusto, demasiado agresivo y para mí no. Para mí eso es un vino fácil, que simplemente lo que hizo es romperte la boca y sorprenderte con eso, puede ganar un concurso porque tapa todos los demás sabores de los otros vinos, pero no es sinónimo de buen vino. Personalmente para mí, un buen Malbec es un vino muy bien balanceado con taninos dentro de todo controlados.
El Malbec en Argentina, sobre todo en Mendoza, tiende a desarrollar taninos fuertes y algo agresivos; el enólogo que logra controlar eso y combinarlo con una buena acidez y una textura sedosa lo va llevando a un estilo de Malbec que a mí me gusta. Me gustan también las notas florales. Lo más típico del Malbec es la violeta y también me gusta cuando se siente algo de mineralidad.
Cuando un Malbec está en una zona que se empujó un poquito el límite y sale de su zona de confort, desarrolla una mineralidad que para mi gusto es agradable. Hay otras personas que buscan un Malbec sobremaduro quizá hasta con notas más dulces, más rojas; y está bien es una cuestión de gustos. Tenemos la suerte de que, a lo largo del país, se han podido desarrollar caracteres y estilos realmente distintos, entonces se podría decir que hay Malbec para todos los gustos”.
Para Raymundo Ferraris “debemos buscar un Malbec cargado de frutosidad con la típica nota aciruelada. Pero lo más interesante del Malbec es su plasticidad, su versatilidad de nuestros distintos territorios, entonces encontramos como hilo conductor la característica de la variedad, esa ciruela y ese color violáceo con los bordes azulados muy interesante, esa robustez, pero podemos encontrar unos Malbec más livianos, Malbec de guarda, Malbec con grandes crianzas, hay excelentes rosados de Malbec, y espumantes a base de Malbec. Esa versatilidad le da una identidad muy interesante”.
Solo resta, llenar las copas, buscar las notas y brindar por y con este argentino famoso.