Guillermo Martínez es bahiense de nacimiento, matemático por vocación y escritor por destino. Autor de la aclamada “Crímenes imperceptibles”, traducida en cuarenta idiomas y llevada al cine en una producción multimillonaria, este cultor del género policial tiene en su haber varios best-seller y premios literarios.
Por Sebastián de Toma- Fotos Andrés Pérez Moreno
No son pocos los escritores argentinos que vieron sus obras llevadas a la pantalla grande, pero pocas fueron filmadas por un director de la talla de Alex de la Iglesia, como le ocurrió a Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962). Su best-seller mundial ganador del Premio Planeta 2003 “Crímenes imperceptibles”, que en España y en las reediciones se conoce como “Los crímenes de Oxford”, tiene como protagonistas actores de la talla de Elijah Wood (El Señor de los Anillos), John Hurt (El expreso de medianoche, El hombre elefante) y Leonor Watling (Hable con ella).
En este libro, Martínez cuenta la historia de un profesor de lógica inglés, Arthur Seldom, que, junto con un estudiante de posgrado argentino, investiga una serie de asesinatos que siguen una aterradora lógica matemática. Sus personajes regresaron en 2019, en Los crímenes de Alicia, que ganó el Premio Nadal de novela de ese año.
Pero eso no es todo: también es autor de la nouvelle “Acerca de Roderer”, dos jóvenes muy distintos que tienen un contrapunto frente a las tentaciones del mundo. Este libro es bien conocido por los lectores adolescentes, que en ocasiones lo reciben como lectura escolar.
La relación repetida con la matemática no es casual: Martínez es licenciado en Matemática por la Universidad Nacional del Sur en 1984, se doctoró en Buenos Aires en Lógica en 1992 y posteriormente completó estudios posdoctorales, casualmente, en Oxford.
Los escritores suelen tener una posición política clara pero no siempre lo dejan tan en claro. No es tu caso, tu posición política es clara y además tuviste una militancia juvenil… ¿Eso repercute en tu relación con los “fans” de tus libros?
Supongo que sí, pero no es fácil medirlo. Sí me ha pasado de recibir comentarios del tipo: “Bueno, nunca más voy a comprar un libro tuyo…”, “Hablás sobre la clase media, que es la que compra tus libros…”, cosas por el estilo. Lo que más me ocurre es que la gente me escribe totalmente decepcionada por lo que pienso; es decir, tienen alguna simpatía por alguno de mis libros y no pueden creer que tenga un pensamiento político diferente del de ellos. En general recibo lamentaciones más que críticas. También otros que muy lealmente me dicen: “Pienso en política absolutamente diferente, pero voy a seguir leyendo tus libros porque me interesan”. Yo creo que se dan todas las posibilidades, pero sin duda algunos lectores pierdo en el camino, creo que por eso muchos escritores prefieren no opinar de nada.
Tus novelas y tus cuentos no tienen tanto que ver, al menos de forma directa, con la política, sino que apunta a lo intelectual, incluso cuando se trata de policiales muchas veces. ¿Lo ves así?
Dado que yo tuve una militancia política intensa durante la juventud, nunca sentí la necesidad de tener que dar fe o comprometerme a través de mi literatura. Más aún, la literatura de corte político que trata de representar de algún modo tensiones que están ocurriendo en el aquí y ahora, que tratan de forjar personajes que representen algo de lo que es la lucha por el poder, etcétera, en general no me interesan literariamente.
Yo aposté siempre y me interesa más la literatura como una especie de mundo con cierta autonomía respecto de lo real y de la época incluso, entonces me gusta más la literatura que yo llamo de imaginación, a falta de un nombre mejor, que permite ver las cosas de todos los días bajo otros aspectos. Aun así, tengo algunos cuentos que tocan lo político, pero yo espero que haya sido una forma relativamente original como Infierno grande.
Y aún en mis novelas policiales aparecen algunas referencias, por ejemplo, la formación marxista. Y también hay un personaje que para mí es muy argentino que es René Lavand, que es la idea del artista argentino que pierde su camino de regreso, que pasa el resto de su vida dando vueltas por el mundo. Hay ciertos lazos, si no con lo político, con la argentinidad en algún sentido, aún la argentinidad en el exterior.
En relación con los personajes, al leer tus novelas -más que nada-, uno se queda con la sensación de que los protagonistas son cercanos a vos o que hay una búsqueda de mimetización entre escritor y protagonista. ¿Es algo buscado eso?
Lo llamo un primer acorde autobiográfico, es casi una especie de pie que me doy a mí mismo para creerme la trama. Hay algunas cuestiones que tienen similitud con experiencias que viví, yo pasé dos años en Oxford, donde transcurren los hechos narrados en “Crímenes imperceptibles”, pero en una edad muy diferente, con una circunstancia vital muy distinta.
Lo que sí trato de mantener y eso está a lo largo de varios de mis libros, es algo como si fuera una manera de mirar, que tal vez no tenga que ver con lo estrictamente autobiográfico, pero toma elementos que conocí de primera mano o cosas que me han contado. Por decirte algo: en “Crímenes imperceptibles” aparece un animal al que llamo “angstum”, ese animal un poco ficticio es una comadreja que yo vi en Estados Unidos, en un lugar cerca de los pantanos del sur. Yo tenía que ir al campus y pasaba por una especie de camino lateral donde estaba ese animal aplastado y todos los días veía cómo lo aplastaban un poco más, entonces, bueno, a partir de eso que me ocurrió en otro lugar, en otra época lo incorporé como elemento dentro de esa novela.
Hay una creencia, tal vez injusta, sobre que todas tus obras de ficción están emparentadas con la matemática.
Por supuesto que no es así, pero bueno, es mi karma, que me acompaña desde “Crímenes imperceptibles”, dado que fue la novela mía más leída, la gente suele hacer inferencia desde un caso. En “Acerca de Roderer” aparece de forma muy tangencial, y en “La lenta muerte de Luciana B.”, solo hay una reflexión sobre el azar. En el resto no hay nada, ni siquiera en “Los crímenes de Alicia”, en el que aparecen temas que tienen que ver con la lógica más bien. Hay un malentendido que se fue extendiendo en el tiempo y contra el que nada puedo hacer.
¿Cuál es tu relación con la matemática hoy?
Siempre seguí leyendo temas de matemática, leí en los últimos años una colección extraordinaria que se llama “Genios de la matemática”. Son sesenta biografías de matemáticos, y me resultó muy reveladora porque me permitió ver algo así como el desarrollo de las ideas matemáticas a lo largo de la historia, que es algo que uno no aprende en la universidad desgraciadamente. Es decir, fue como una especie de curso privado de historia de la matemática.
Luego leí varias cosas relacionadas con la matemática como la obra de Wittgenstein, ya fuera de la universidad. Y lagunas que tengo de multitud de temas que me interesan por conexiones con la filosofía. Seguí leyendo filosofía de la matemática, seguí leyendo temas que tienen que ver con la matemática y también me quedé pensando algunos problemas que me interesaron por distintos motivos. Le dedico un tiempo de mi vida todavía, pero como una especie de pasión privada. Me levanto en el medio de la noche y a escondidas escribo fórmulas matemáticas de forma casi pecaminosa.
Entre tus propios libros, ¿tenés alguno favorito o van cambiando con el tiempo, los querés más y después los dejás de querer?
Van cambiando las razones; es decir, tengo favoritos de acuerdo a diferentes cuestiones, por ejemplo, “Acerca de Roderer” es el libro que más satisfacciones personales me ha dado porque, desde que se publicó, siempre se reeditó, aunque de una forma un poco más secreta, quizás, que otras novelas, pero siempre recibo comentarios, se lee en colegios, es de algún modo mi carta de presentación cuando tengo que darles un libro mío a otros escritores. En algún sentido ese sería mi libro favorito, pero, por ejemplo: la última novela que acabo de terminar es la que me dio más satisfacciones como escritor: por primera vez me sentí conectado con el material desde el principio, los capítulos fluían de una manera que nunca me fluyeron en otras novelas, las imágenes comparecían, sentí una especie de libertad, serenidad para escribirla que me dio mucha felicidad.
Y ahora, cuando la releo, todavía, para tocar alguna cosita antes de que la publiquen, estoy muy feliz con este libro. No reniego del todo de ninguno de los que escribí, porque sentí que era lo mejor que yo podía hacer en cada momento con ese material, si yo ahora tuviera que reescribir alguno de esos libros, quizás hay una cuestión como del oficio que algunas cosas saldrían mejor, las desarrollaría más, otras al revés, elegiría recortarlas un poco. Me quedo muy tranquilo, en general, cuando entrego una novela, porque sé que trabajé todo lo que pude y no puedo ir más allá.
¿Cómo llegan las ideas? ¿Las escribís apenas llegan o las tenés dando vuelta durante mucho tiempo?
Esa es la parte más misteriosa: por qué algunas ideas gritan más para llamar la atención que otras. Tengo una novela pensada desde hace más de veinte años, incluso hice toda una recopilación de libros que leí, toda una tarea de investigación si se quiere. Era una novela que yo tenía pensada en cuatro libros y escribí el primero, es una historia que une a las demás, pero es como si me faltara algo de las peripecias del personaje, y como es un libro que me resulta tan difícil, también me desanima un poco sentarme a escribirlo porque es como esos propósitos que uno no sabe si va a poder llevar a cabo.
Por ahora lo estoy dejando estacionado y escribí, en el medio, otras novelas que por lo menos veía más claro el final y algo del desarrollo.
Tengo muchos temas pensados para cuentos y algunos se convierten en novelas casi orgánicamente al empezar a escribir, pero esa es mi manera de pensar en general: tengo ideas que se me presentan, como ideas para cuentos, en general con un final y con lo que yo llamo el momento de torsión en que las cosas que parecen ser de una manera se revelan de una forma distinta. Esa es la clase de mecanismo que me interesa para escribir. Tengo por delante uno de cuentos seguro, un libro que de algún modo estoy escribiendo y unas tres novelas diría. Eso es lo que tengo pensado, pero también, por otro lado, uno sigue cumpliendo años, lamentablemente ¿no?