De dónde viene la costumbre de comer huevos de chocolate en Pascua, por qué los trae un conejo y por qué se esconden.

Todas las fiestas y celebraciones, religiosas o no, se asocian a una comida. La Pascua no es la excepción y todos -especialmente los más chicos- esperan con ansia por los huevos de chocolate.
Pero ¿por qué comemos huevos de chocolate en Pascua? ¿De dónde vino el conejo? Y ¿por qué se esconden los huevos?
Como siempre sucede con las tradiciones de larga data, no hay solo una versión, aunque sí algunas coincidencias en las diferentes
teorías.
Un símbolo en todos los tiempos
Mucho antes de la mismísima pascua, el huevo es un símbolo. Desde la antigüedad está asociado a la idea de fecundidad y vida. Su forma ovalada, simboliza el infinito y representa el renacimiento y la regeneración del ciclo de la vida.
Los persas y los egipcios los regalaban como manera de celebrar la primavera y dar suerte. Era una manera de mostrar el comienzo de una vida nueva.
Un tiempo después los romanos comenzaron a regalar o romper huevos pintados de colores en primavera y como ofrenda a la diosa de la agricultura.
De la prohibición a la tradición
En la Edad Media, la Iglesia católica prohibió el consumo de huevos durante la Cuaresma y la gente se acostumbró a decorar los que no se consumían para regalarlos.
Cuando el cacao se volvió más accesible, comenzaron a vaciar los huevos y rellenarlos de chocolate.
Cuando los huevos de pascua se hicieron de chocolate

Con el fin de la cuaresma y el domingo de resurrección, la entrega de huevos de Pascua aparece como el símbolo que deja atrás la abstinencia de productos de origen animal.
Según la tradición cristiana, todo empezó en el siglo IV cuando un grupo de fieles cubrió los huevos con cera para mantenerlos frescos durante durante la cuaresma y hacerlos durar sanos hasta Semana Santa. El domingo de Pascua, los llevaban de regalo a distintas iglesias.
De acuerdo con el artículo de The Conversation, los huevos decorados se elaboraban al menos desde la época medieval.
Pero, fue recién a principios de siglo XIX, en Francia y Alemania, que se empezaron a hacer huevos de chocolate. Al principio eran macizos, pero con el avance tecnológico comenzaron a hacerse huecos y la costumbre se fue divulgando por todo el planeta.
La liebre que pone huevos

Los orígenes del conejo o liebre de pascua no están muy definidos. Se supone que la elección se debe a su prolífica capacidad de procreación, de gran valor simbólico en una temporada de fiestas dedicadas a la fertilidad de la tierra tras el invierno.
Su uso simbólico se remonta a pueblos antiguos del norte europeo, que asociaban sus fuertes patas traseras a la posibilidad de moverse siempre hacia arriba con facilidad, mientras que sus débiles patas delanteras le dificultan el descenso.
Desde antes de Cristo, el conejo era un símbolo de la fertilidad e inmadurez gonadal asociado con la diosa fenicia Astarté, Ishtar o Asera a quien además estaba dedicado el mes de abril.
Por eso, en algunos países centroeuropeos la Pascua se la denomina «Easter».
En 1835, Jacob Grimm marcaba la posible relación con Ostara. El conejo como símbolo de la fertilidad y la renovación en la región alemana se transformó en una tradición en torno al Osterhase.
Dentro de esta tradición, nació otra leyenda que cuenta la historia de una mujer pobre, que no podía darles dulces a sus hijos y escondió huevos decorados en una madriguera en el jardín.
Los niños, al ver a un conejo, creyeron que había puesto huevos. Desde entonces, existe la tradición de que el conejo trae los huevos de chocolate y los deja escondidos.
Con conejo o sin él, esta tradición convierte a los huevos de chocolate en las estrella de las pascuas más dulces.