Mandala o Rayuela, Rayuela o Mandala: un libro para leer de la Tierra al Cielo

RayuielaRecientemente se cumplieron 60 años de la publicación de Rayuela, el libro que iba a llamarse Mandala.


Ciento cincuenta y cinco capítulos que pueden leerse de diferentes maneras. La manera tradicional o saltando de uno a otro.

«A mí se me ocurrió -y sé muy bien que era una cosa difícil, realmente muy, muy difícil-, intentar escribir un libro en donde el lector, en vez de leer la novela así, consecutivamente, tuviera en primer lugar diferentes opciones. Lo cual lo situaba ya casi en un pie de igualdad con el autor, porque el autor también había tomado diferentes opciones al escribir el libro”, contaba su autor, Julio Cortázar.

El libro del que hablamos es, por supuesto, el que todos conocemos como Rayuela, pero que antes de nacer se llamó Mandala.

Espiando por la cerradura: la cocina del escritor

En un bello libro llamado «Cuaderno de Bitácora de Rayuela», la crítica literaria, Ana María Barrenechea, nos permite asistir al proceso creativo del gran autor del boom latinoamericano. En sus páginas podemos ver el itinerario que tuvo como destino final esos 155 capítulos que cada uno puede elegir cómo leer.

Allí encontramos una cita de Mircea Eliade, el filósofo, historiador de las religiones y novelista rumano:

“Es a la vez imago mundi y panteón. Al entrar en él, el novicio se acerca en cierto modo al ‘Centro del Mundo’; en el corazón del mandala es posible operar la ruptura de los niveles y acceder a un modo de ser trascendental.”

Si bien Cortázar luego decidió no incorporar la cita a su novela, su presencia pone en evidencia que el concepto le interesaba y estaba presente desde el comienzo de la escritura.

Leemos en otra anotación casi al margen del mismo Cuaderno de Bitácora «la teoría del mandala es la búsqueda del centro, la necesidad del gran desorden, en la Argentina, en el hombre, en el Cosmos.»

El amor del autor por estos símbolos había comenzado en su viaje a Oriente donde se había puesto en contacto con «esos laberintos místicos consistentes en un cuadro o dibujo dividido en sectores, compartimentos o casillas, como la rayuela, en el que se concentra la atención y gracias al cual se facilita el cumplimiento de una serie de etapas espirituales. Es como la fijación gráfica de un proceso espiritual», tal como los definía el propio Cortázar.

Seguimos recorriendo el Cuaderno de Bitácora, y entre sus manuscritos encontramos un dibujo de una rayuela y una anotación que dice: “Creo que esto debe llamarse RAYUELA” y más abajo entre paréntesis,” Mandala es pedante”.

Novela o anti-novela, Mandala o Rayuela, lo cierto es que este libro marcó un hito, tanto por la originalidad de su formato, como por la riqueza de su estilo. La Rayuela como concepto no se vincula necesariamente con la trama de la historia que se va a contar, sino más bien con lo que se espera que los lectores hagamos con ella. Alegóricamente, nos invita a disfrutar esa facilidad con la que uno tira la piedrita y después de una serie de saltos en uno y dos pies, alcanza «el Cielo» en el juego de la Rayuela.

A su manera, el libro se convierte en dos. Y el lector es invitado a elegir entre ellos a partir de dos modos de leer: por un lado, el modo convencional, lineal, comenzando por la primera página y terminando en el capítulo 56; y por otro, el modo saltado, comenzando a leer en el capítulo 73 y luego continuar según el orden indicado al final de cada capítulo. Pero también es muchos, porque nada nos impide ser arriesgados y llevar el juego más allá: leer los capítulos (todos o algunos) guiados por el capricho y el azar.

 Jugar a leer, jugar a escribir

Rayuela es una de las primeras obras surrealistas de la literatura argentina, y muchos coinciden en que marca el comienzo del boom latinoamericano y convierte a Julio Cortázar en uno de los escritores más importantes de la época.

Su mayor magia es que nos pide que seamos cómplices, que pensemos la lectura como una actividad que complementa la escritura y la transforma. Nos invita a construir otro texto que ya no le pertenece solamente al autor, sino a cada uno de quienes recorren sus páginas. Su paso del Mandala a la Rayuela parece contener toda su esencia: lo espiritual, lo intelectual y lo lúdico.

“¿Querés una anécdota?” – le preguntó Cortázar a Manuel Antin, en una entrevista en agosto del 64, cuando ya el “Boom” era una realidad en todo el continente – “Rayuela no se iba a llamar así. Se iba a llamar “Mandala”. Hasta casi terminado el libro, para mí se seguía llamando así. De golpe comprendí que no hay derecho a exigirle a los lectores que conozcan el esoterismo búdico o tibetano. Y a la vez me di cuenta de que “Rayuela”, título modesto y que cualquiera entiende en Argentina, era lo mismo; porque una rayuela es un mandala desacralizado. No me arrepiento del cambio”.