La administración de medicamentos sin supervisión profesional es un problema que podría ocasionar perjuicios a la salud. Control, información y conciencia se convierten en el verdadero remedio.
Del yuyo a la pastilla
Hace unos cuantos años, cuando alguien tenía un dolor de panza o de cabeza, le picaba la garganta o tenía tos, las abuelas recomendaban sus yuyos y remedios caseros. Con más o menos sustento científico y más o menos efecto placebo, servían para proporcionar un cierto alivio. Pero lo más destacable de este saber es que el riesgo de tomarlos es casi nulo.
Pero ¿qué pasa cuando lo que la gente recomienda no es un té con miel sino un fármaco? La automedicación desmedida es un problema muchas veces subestimado que puede producir perjuicios de variada importancia en la salud.
El remedio y la enfermedad
Los griegos, que ya lo pensaron todo antes que nosotros, usaban la palabra phármakon (la raíz etimológica de fármaco) con un doble significado: el vocablo servía para designar un remedio o medicamento, y también un veneno, es decir, un mismo elemento podía curar o matar.
Según su definición, la automedicación es la decisión de utilizar un medicamento sin mediar el consejo o la indicación de un profesional de la salud. No es un problema local, es una situación que se repite en casi todas las sociedades del mundo moderno.
Tres factores fundamentales influyen para que sean tantas las personas que, ignorando o desatendiendo los peligros de esta conducta irresponsable, deciden seguir adelante con el abuso de medicamentos sin supervisión. En primer lugar, la promoción desmedida de medicamentos de venta libre en medios de comunicación masivos, luego como complemento explosivo, la falta de educación respecto de su administración y finalmente la ausencia de controles que hagan cumplir las leyes existentes. A esta situación se suman cuestiones culturales y una fuerte presión social.
Soluciones mágicas
Otro fenómeno interesante para observar es lo que se llama el proceso de la medicalización de la vida. Es decir, la creencia de que para todo lo que le pasa a una persona existe una pastilla capaz de curarla. Y, en paralelo, una tendencia a medicalizar procesos que en realidad son naturales como la calvicie, por ejemplo.
La escena no le es ajena a nadie. Una persona comenta sus dolencias en sus círculos sociales íntimos (o no tanto) entre los que se incluyen familiares, amigos y colegas que recomiendan medicamentos tan livianamente como si se pasaran una receta de cocina. Se dan y se reciben las recomendaciones sin tener en cuenta un punto importante: el hecho de que absolutamente todos los medicamentos tienen efectos adversos y contraindicaciones y que todos son potencialmente riesgosos.
Una mirada a los servicios de toxicología bastará como prueba. Los fármacos son responsables del 40% de las consultas por intoxicación. Y este porcentaje crece cuando la estadística está basada en niños menores de 5 años que encuentran medicamentos en el hogar sin los cuidados adecuados.
Que los remedios curen
Es importante recalcar que para que un medicamento cumpla su función y no se convierta en perjudicial debe ser empleado de manera correcta: solo para lo que está indicado, con una pauta adecuada y cuando sea necesario. Con la automedicación, estas pautas no se cumplen y muchas veces se cometen errores en la administración. Se utilizan medicamentos que no están indicados para el problema que se está cursando, como tomar antibióticos para combatir un resfrío; se toman de manera inadecuada, como cuando se toma un antibiótico durante dos o tres días; o se administran cuando no son ni siquiera necesarios.
Otro tipo de medicamento que suele usarse sin supervisión son los antiinflamatorios. Se toman sin tener en cuenta que su uso prolongado puede producir hemorragias digestivas. Tampoco está muy difundido, pero el aparentemente inofensivo paracetamol en dosis elevadas puede producir daño hepático. Otro gran problema de la automedicación es la capacidad de ciertos medicamentos de enmascarar síntomas, como sucede con los antiespasmódicos.
Los consumidores de medicamentos autorecetados también ignoran algo importante: la interacción que los fármacos pueden tener entre sí. Adultos con enfermedades crónicas o personas de la tercera edad suelen estar polimedicados y recibir un medicamento extra puede producir un agravamiento en su estado de salud.
Ante cualquier duda
Como pacientes es importante comprender estos riesgos y minimizarlos acudiendo a profesionales. Y como médicos, es necesario informar y educar a los pacientes respecto del uso responsable y el abuso de los medicamentos.
En el caso de los medicamentos de venta libre, que en la legislación vigente están indicados para tratar procesos comunes y autolimitados, es importante que los profesionales le enseñen a sus pacientes cuándo es necesario usarlos, cómo leer el prospecto; cómo interpretar y qué hacer si aparecen efectos adversos, y les expliquen qué sucede si se saltea una dosis, o cuándo debe suspenderse.
Para lograr un mejor uso de los medicamentos de venta libre es necesario que todos los actores sociales involucrados sinergicen esfuerzos sumando el control y la reducción de la publicidad existente, la fiscalización de las normas, el compromiso de los profesionales y la participación activa de los pacientes.