Todos los 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer como manera de homenajear a todas aquellas mujeres que, cada una desde su lugar, lucharon para conquistar y sumar derechos. Y a tantas otras que contribuyeron y contribuyen a hacer un mundo mejor.
Estas cinco mujeres representan el talento, la inteligencia y la perseverancia femeninas, y a través de ellas, celebramos este Día Internacional de la Mujer.
Marie Curie, seguir siempre adelante
María Salomea Skłodowska era el nombre de origen de Marie Curie. La científica nació en Varsovia el 7 de noviembre de 1867.
Tuvo que estudiar en una universidad clandestina de educación superior que admitía mujeres, porque en esa época no estaba permitido.
En 1891 llegó a París y siguió estudiando en La Sorbona. Fue la primera de su clase. Y la primera mujer en recibir un premio Nobel.
Casada con el científico Pierre Curie tuvo dos hijas. Una de ellas, Irène Joliot Curie, también recibió el Nobel de Química solo un año más tarde de la muerte de su madre.
Ni ella ni su marido fueron conscientes de los peligros de la radiación. De hecho, se cree que la anemia aplásica que provocó la muerte de Marie en 1934 se debió a sus investigaciones. Literalmente dio su vida por la ciencia.
«Nada en este mundo debe ser temido, sólo entendido», dijo la mujer que debió enfrentarse a una sociedad que le ofrecía pocas oportunidades por ser mujer y también al antisemitismo de su época.
Berthe Morisot, pintar la intimidad
Si pensamos en el movimiento impresionista es poco probable que pensemos en una mujer. Sin embargo, hubo varias, aunque quedaron catalogadas como artistas femeninas. Una de estas mujeres se destacó: Berthe Morisot.
Berthe nació el 14 de enero de 1841 en Bourges, y en 1852, la familia se instaló en Passy, un barrio de Paris. Allí, sus padres, la animaron a ella y a su hermana a tomar clases de dibujo.
En 1864, Berthe y su hermana expusieron por primera vez en el Salón de París. Berthe tenía 23 años y presentó dos paisajes. En 1869, Edma se retiró de la pintura después de casarse.
Berhte conoció a Édouard Manet quien sería su gran amigo. Manet la pintó en más de diez ocasiones. Gracias a él, Morisot accedió a lugares vedados a las mujeres como el Café Guerbois, y participó en los debates sobre el arte moderno.
Juntos organizaron encuentros en sus casas a los que se sumaron otros intelectuales, como Edgar Degas y Charles Baudelaire, y los hermanos del pintor, Eugéne y Gustave Manet.
Berthe escribió: “¿Qué podemos hacer con las normas? Nada útil. Lo que necesitamos son nuevas emociones. Pero, ¿dónde las encontraremos?”.
En 1870 tuvo algunos problemas de salud y debió abandonar la ciudad. Se retiró al campo con su familia donde retomó la pintura.
Allí comenzó a pintar escenas de la intimidad del hogar y consolidó su estilo.
Se unió a la Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores y en 1874, expuso cuatro pinturas al óleo en la primera muestra de arte impresionista de la historia.
La pintora se casó con Eugéne Manet, el hermano mayor de Édouard y continuó con su carrera.
Y en 1892 realizó una muestra individual, algo inédito para las pintoras de la época. La muestra fue un verdadero éxito y dos años después, el Estado francés compró su cuadro “La jovencita vestida de gala”.
Berthe, a quien llamaban “la gran dama de la pintura”, murió el 2 de marzo de 1895.
Al año siguiente, sus amigos Renoir, Monet, Degas y Mallarme organizaron, una exposición retrospectiva de su obra, con más de 380 pinturas.
Cecilia Grierson, seguir la vocación
Hoy parece algo normal, una mujer médica. Pero ella fue la primera mujer argentina que lo logró.
Cecilia Grierson pasó su infancia en Uruguay y Entre Ríos, sus padres eran inmigrantes escoceses. Comenzó sus estudios en colegios ingleses pero la economía familiar la obligó a volver a casa y trabajar. Ya de adolescente fue maestra y poco después obtuvo el título de esa profesión.
Pero algo en su camino despertó su verdadera vocación, la enfermedad de una gran amiga y su posterior fallecimiento.
Comenzó la universidad en 1883 y durante un brote de cólera en Buenos Aires, en 1886, fue convocada a prestar servicios con los demás estudiantes de medicina.
En julio de 1889 fue la primera mujer en graduarse de la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA.
Apenas se recibió se incorporó al Hospital San Roque. Ejerció como ginecóloga y obstetra, pero no cirujana, especialidad que le fue negada por ser mujer, aunque fue la primera mujer en conseguir el título habilitante.
Después de su experiencia con el cólera, comprendió la importancia del cuidado del paciente y fundó la Escuela de Enfermeras del Círculo Médico Argentino, la Asociación Médica Argentina, la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios y la Asociación Obstétrica Nacional de Parteras.
Fue precursora de la idea de abrir Salas de Primeros Auxilios en los diferentes pueblos para ayudar con la asistencia primaria de los enfermos.
También fue una activa luchadora por los derechos de la mujer. Junto con Alicia Moreau de Justo, Elvira Rawson y Julieta Lanteri iniciaron la lucha por los derechos civiles y políticos femeninos.
En 1910 fue elegida como presidenta del Primer Congreso Femenino Internacional.
Vivió sus últimos años en Los Cocos, Córdoba. En 1924 donó su casa al Consejo Nacional de Educación para que se convirtiera en la escuela que lleva su nombre.
Virginia Woolf, la independencia ante todo
Virginia Woolf dejó varias de las mejores novelas del siglo XX, pero también importantes reflexiones sobre la mujer. Su lectura es intensa y requiere atención, a cambio proporciona un placer estético e intelectual que nos brinda emoción y reflexión en partes iguales, ambas enormes.
La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando: una biografía (1928), Las olas (1931), y su breve ensayo Una habitación propia (1929) son sus obras más conocidas.
En Un cuarto propio, Virginia reflexiona sobre la condición femenina, allí desnuda un tema fundamental: la dependencia económica de la mujer con respecto al hombre, el cuidado de una familia y la figura de la mujer como musa inspiradora pero no como artista.
En el ensayo cuestiona, dialoga con la historia y asegura que “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”.
Nació en Londres en 1882, en un mundo de hombres. Desde muy chica vivió rodeada por la intelectualidad, las charlas de política y de arte.
Aun así, solo sus hermanos varones pudieron estudiar en la Universidad. Las mujeres debían quedarse en casa para cuidar de su padre y, por lo tanto, ser educadas por un tutor.
Tras la muerte de sus padres, Virginia y tres de sus hermanos se mudaron a Bloomsbury, en la zona oeste de Londres. Su casa era un verdadero centro de reunión para intelectuales británicos. Por ella pasaron figuras como John Maynard Keynes, Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, T. S. Eliot o la líder del movimiento sufragista Emmeline Pankhurst. Formaron el grupo conocido como «Círculo de Bloomsbury» que abrió un nuevo mundo para Virginia. Allí encontró ideas sobre la igualdad, el feminismo, la aceptación de la homosexualidad y la bisexualidad, el amor por el arte, el pacifismo y el ecologismo.
Virginia padeció de trastornos psicológicos, para ella la escritura fue una tabla de salvación.
Sin embargo, el 28 de marzo de 1941, se puso su tapado, llenó los bolsillos de piedras y se sumergió en el río Ouse, dejándose llevar por «las aguas que corren».
Dejó dos cartas, una para su hermana Vanessa y otra para su marido, Leonard Woolf, las dos personas más importantes de su vida.
Leerla es una experiencia que vivirá con cada lector por siempre.
Jo March, la mujercita que todas quieren ser
Jo “Josephine” March es un personaje de ficción, pero vivió muchas de las realidades de las mujeres de su época. Es la segunda de las cuatro hermanas March en Mujercitas, el libro de Louise May Alcott, publicado en 1868 y amado por todas las generaciones siguientes.
Jo es temperamental y rebelde, es una mujer de armas tomar que reniega del papel femenino tradicional y las convenciones sociales de la época.
Es valiente, defiende siempre sus ideas y por eso es la Mujercita que todas las lectoras del libro y todas las que vieron sus varias versiones cinematográficas siempre quisieron ser.
Jo es escritora y por eso se la ha considerado casi como un alter ego de su creadora. Ella es la voz de muchos reclamos.
Entrañable y querible siempre está allí en las páginas del libro para recordarnos que se puede vivir con libertad.
Como todos los 8 de marzo, compartir la historia de mujeres valiosas es el mejor homenaje.