En 2017, Aldo Neri nos recibió en su departamento de Buenos Aires, frente a la Biblioteca Nacional, con una vista despejada y mucha luz. Hoy recordamos esa charla con uno de los referentes argentinos en salud pública y protagonista de uno de los momentos más importantes de nuestra historia reciente.
¿Usted nació en Bahía Blanca?
Sí yo nací en Bahía Blanca y me trajeron a los 6 años a Buenos Aires, así que viví toda mi vida en Buenos Aires, salvo 9 años que estuve en Río Negro.
¿Hizo clínica médica, había especializaciones en ese momento?
Sí, era igual que ahora, todos nos recibimos de médicos y después algunos hacen la especialización. Yo, te cuento brevemente mi historia. Mi familia era de una clase media acomodada, yo estudié en la UBA, fui un alumno mediocre para mi evaluación, daba una materia cada seis meses. Pero después, el incentivo fue casarme: ahí hice media carrera en un año y medio, el Dr. Neri se ríe con el recuerdo.
Yo tenía otras vocaciones que no eran enteramente compatibles con la carrera del médico
¿Como cuáles?
Yo escribía, quería ser periodista, es mi carrera frustrada.
Entonces, trabajé en Buenos Aires como médico general pero no quería especializarme. Era evidente que no había encontrado todavía mi nicho. Y me fui a Río Negro a hacer una medicina que, aunque no era frontera, era de frontera, el doctor acentúa la idea con el tono. Era médico rural en la Patagonia. Y estuve 5 años.
¿En qué pueblo?
En Los Menucos que en ese momento tenía unos 900 habitantes en planta urbana y unos 1500 en el radio de los 150 kilómetros. Me gustó mucho ser médico rural. Era el único médico en el pueblo y eso me abrió la puerta a lo social. Todo era distinto: cultural, económica, social y políticamente. Yo había vivido en Buenos Aires la mayor parte del tiempo y era muy diferente de lo urbano…
La medicina rural me abrió las puertas de la salud pública que es una mezcla de la medicina con ciencias sociales como la economía, la sociología y otras…
¿Cómo llegó a Río Negro?
A los veintipico uno tiene un espíritu de aventura que no tiene después de los 80, por cierto, bromea entre risas el doctor. Un amigo ejercía en Los Menucos y tenía que irse. Entonces nos invitó a pasar unos días con mi mujer y me tentó. Quería hacer una medicina distinta, y estaba bien preparado porque había trabajado mucho como practicante en hospitales y sanatorios. No me asustaba, por ejemplo, un parto, que lo asusta al 90% de los médicos urbanos. Me animaba porque había hecho prácticas. Y después la provincia me dio la posibilidad de especializarme en salud pública.
Y empezó la aventura de la salud pública
¡Si! Y tal como había sido un alumno mediocre en medicina, me destapé en el curso de salud pública, nos cuenta Neri entre risas. Y fui el mejor del curso, motivado por el interés de la materia. Y bueno, volví a Rio Negro y fui presidente del Consejo de Salud Pública, un ente autárquico descentralizado. Estuve 3 años más o menos en Viedma.
¿En qué año fue esto?
Pasé de los radicales a la dictadura de Onganía, pero por suerte -como en muchas provincias-, la dictadura fue muy leve y respetó a las personas y me mantuvo como presidente del Consejo. Mi respuesta al gobernador interventor, ante su oferta de quedarme, fue que yo accedía si todos los radicales que estaban también quedaban.
En esa época yo no era militante partidario, era un poco centroizquierda, independiente. Entonces como el gobierno militar en esa época puso mucho énfasis en tecnificar las provincias, -era el famoso esquema de Onganía: primero tecnificar luego la economía y después laaargo, –el Dr. Neri alarga la palabra acompañando el sentido- la política. No alcanzó a cumplir las promesas. Bueno hice una experiencia muy importante en la administración de salud colectiva, no solo salud individual.
Y después, me llamó el director de la Escuela de Salud Pública de la UBA para emplearme en un cargo docente full time y volví a Buenos Aires
En la UBA pasé todas las etapas, estuve 9 años como profesor. El final de la dictadura o dictablanda, –dice riéndose- de Onganía, después el último gobierno de Perón y cuando llegó la dictadura del 76, renuncié bastante rápidamente. Yo era director de la Escuela de Salud Pública. No me echaron, pero renuncié porque veía que no se podía lidiar con ellos. Todos los de salud pública en bloque éramos sospechosos de izquierdismo. Unos militaban vinculados a acciones subversivas, otros no, pero la salud pública es difícil que tenga un enfoque muy de derecha.
¿Existe hoy una salud pública que a usted le gustaría que tengamos acá que sea justa e inclusiva?
Depende del perfil de cada país. Por ejemplo, en el extremo derecho, está Estados Unidos, con el Obama Care que es un progreso porque cubre relativamente igualitariamente relativamente igualitariamente, -Neri vuelve a acompañar el sentido con el tono y la repetición- a muchas personas. El otro extremo es Cuba, un modelo no imitable por una sociedad que tiene muchas desigualdades.
Yo creo que el sistema de salud como otras cosas, como el sistema educativo también, el sistema de transporte, la vivienda, etc. tienen coherencia con un proyecto global, no pueden estar desconectados de la sociedad en la que se desarrollan. Entonces no hay un modelo.
Dentro de los países capitalistas, un ejemplo es Gran Bretaña. Cuando gobernaron los laboristas, al final de la Segunda Guerra Mundial, implantaron un sistema estatal universal e igualitario, pero eso era parte del proyecto global laborista, después tuvo sus altibajos con Thatcher, pero como es un país que valora mucho la población, se defiende se protege.
¿Y en nuestro país faltan ideas o recursos?
No, recursos, no. El problema es que hay gente mal atendida y otra gente sobre atendida entonces se mezclan la carencia y el despilfarro. Eso es, por ejemplo, más o menos el 30% del presupuesto lo gastamos en medicamentos, es un disparate que tiene poco que ver con las necesidades de la población. Esto se da por los laboratorios, y también por algunos médicos que recetan en exceso, los farmacéuticos que despachan libremente lo que debe venderse bajo receta, pero la principal culpable es una cultura incorporada en la sociedad de hiperconsumo. Así como tenemos hiperconsumo de televisores, también tenemos de medicina.
¿Y por dónde debería hacerse el cambio?
La primera movida la tiene que dar la política. Es lo que intentamos con Alfonsín. Lo que había intentado también el peronismo 10 años antes con el Sistema Nacional Integrado de Salud que fue en el 74 y fueron para mi ver para mi concepción los dos intentos renovadores del sistema.
¿Cómo llegó a conocerlo a Alfonsín y a formar parte de su gobierno?
Yo lo conocí a Alfonsín en el 71 por amigos en común. Él tenía y tuvo muchos años una especie de gabinete en la sombra y me invitó a participar en el grupo sin pedirme que me afiliara. Me afilié después de un año o un año y medio por propia voluntad. Eso te da un poco el perfil de Alfonsín, en la mirada del Dr. Neri, se ve la emoción y el orgullo de haber compartido esos momentos tan importantes de la historia argentina junto a Alfonsín. Me entusiasmó la renovación que hacía del Partido Radical.
Yo siempre tuve muchos amigos radicales y afinidad con las ideas y principalmente los valores. Pero para mí, el radicalismo estaba un poco quedado en los 60. Yo había pasado del interés individual del hombre, cambiando a la salud pública colectiva y con Alfonsín aprendí un poco la etapa política del proyecto global. Trabajé con él durante 10 años en los que no teníamos perspectiva de qué iba a pasar, milité políticamente, lo que se podía durante el gobierno militar y después un poco naturalmente, el primer gabinete estaba integrado por muchos de los miembros “de la sombra”.
Fue como un sueño, ¿no?
Fue un momento único en mi experiencia y la del pueblo argentino. Era salir de la bruma del gobierno militar, de la violencia, para ir hacia el respeto, la convivencia pacífica, el estado de derecho. Era un cambio radical. Lamentablemente se dio en la década más nefasta económicamente. La crisis de la deuda, la recesión en el mundo, la baja de las exportaciones nuestras, muy negro… pero intentamos en salud, como en otros campos una renovación de las instituciones argentinas para hacerlas más equitativas. Por eso pienso que Alfonsín no solo fue un buen político, sino que tenía visión de estadista.
Ustedes llevaron un plan de renovación de salud que no pasó en el Congreso…
Fue la CGT principalmente. Porque yo sabía, era responsable del programa de salud. Lo presentamos con Alfonsín en el 85 a las cámaras. Tres años de negociaciones. La CGT consiguió desdoblarlo en dos leyes: Ley de Obras Sociales (patrimonio de ellos) y Ley de Seguro de Salud. Muy mochado el proyecto… Yo siempre quiero diferenciar lo corporativo de lo político. Los de la CGT son corporativos.
En la Argentina desde el 30 hay una distorsión muy fuerte. La política figura en el escenario, pero detrás hay un acuerdo o rencillas entre las corporaciones que reemplazan parcialmente al sistema político. No es que las corporaciones no tengan validez, defender los propios intereses es legítimo, pero la política tiene que traer el proyecto global y acomodar los intereses parciales.
Yo tenía la convicción de que los gobernadores peronistas estaban bastante de acuerdo con el sistema del seguro que los sindicalistas, pero no podían decirlo públicamente porque la principal oposición al gobierno radical de Alfonsín fue la CGT. Eso es la primacía de las corporaciones sobre la política.
¿Y hoy?
La tendencia desde los 90 es una mercantilización de la medicina cuya culminación es la asociación de algunas obras sociales con las prepagas. Eso induce una medicina de mercado que yo creo que acentúa las desigualdades argentinas como en educación también con las escuelas privadas.
¿Cómo se sale?
Nosotros con el Proyecto Nacional del Seguro de Salud esquematizamos dos prestadores, el sector estatal y el privado. Lo que pasa es que los dos deben estar dentro de un marco regulatorio común; no tiene sentido regular una buena medicina estatal o privada. Hay que regular una buena medicina en el sentido global.
El privado puede sufrir el marco regulatorio porque lo limita por ejemplo a no pedir laboratorios que no sean indicados por normas de atención, a no pedir una tomografía porque sí y también en el sector estatal tiene que verse una transformación, por ejemplo, me parece que una regla que hay que propiciar, en la medida que sea posible, es por ejemplo la dedicación extensiva o completa exclusiva porque no puede ser que un médico trabaje en 4 lugares para ganarse la vida. Es entendible individualmente pero no puede ser. Pero nada puede cambiar a corto plazo, todo es como en educación, son cambios para hacer en los próximos 10 o 20 años.
Pero primero debe estar la decisión…
Claro y la decisión tiene que ser no de un inspirado aislado, aunque tenga todo el poder del momento, sino colectiva.
¿Nunca extrañó el ejercicio de la medicina?
No. Me tienen bien informado los colegas, dice riéndose. Me parece que yo podía ser más útil en lo político.
Cuando fui médico, ahora no me considero médico en el sentido de estar actualizado, tenía buena relación con los pacientes, pero la preocupación social y política predominó. Y me parece que son roles que uno puede cumplir de acuerdo con su vocación o sus aptitudes. Me importa sí hacer una muestra informal y no estadísticamente válida de las versiones de médicos y pacientes. Me gusta escuchar un poco el punto de vista de unos y otros. Me parece que me ayuda a formular un diseño que tiene que ser científico y al mismo tiempo humanizado, porque es lo que me queda de una especialidad que en su momento es la única que hubiera ejercido la psicoterapia.
Y ahora escribe para la Nación y Clarín ¿verdad?
Para mí es una buena forma de hacer política. Alfonsín lo hacía a través de la oratoria ejemplar que tenía y yo escribo… como residuo de mi vocación temprana, escribí 4 libros y muchos artículos, no solo de salud, sino de política en general o sociales porque cuando era diputado me dediqué bastante a la seguridad social. Trato de integrar todos los aportes de la realidad en una visión. Eso es algo que tenía muy claro Alfonsín: si no hay proyecto global no hay proyectos parciales que puedan subsistir. Por eso la reforma educativa por ejemplo tiene que venir de una concepción de una sociedad más igualitaria como tenían los autores de la ley 2420. No la sacó Sarmiento, pero estaba inspirada en sus directivas: educación para todos, igualitaria. Porque la educación desigual lleva a destinos desiguales.
¿Qué fue lo más lindo de su paso por el gobierno con Alfonsín?
Lo que más me emocionó fue una cosa que no era de mi sector. Fue la firma de los dos decretos que llevaban ante la justicia a los militares responsables y las cúpulas del ejército. Me acuerdo patente. Porque Alfonsín quería que firmara todo el gabinete. Jurídicamente necesitaba únicamente la firma del ministro del interior, pero nosotros queríamos eso también.
Me acuerdo patente de Roque Carranza que era el Ministro de Obras y Servicios Públicos y después fue de defensa. Roque, que no era un tipo muy comunicativo ni de transmitir emociones, giraba alrededor de la mesa laaaarga de la presidencia que nos reunía: los ojos brillantes, humedecidos por lágrimas. Todos estábamos muy conmocionados porque era un antes y un después de la sociedad argentina. Fue lo más conmovedor porque había que bailar en ese momento. Y puse la firma realmente con orgullo y consciencia de que en ese momento representaba a muchos.
Hoy, con esa misma emoción que recordaba el Dr. Aldo Neri, lo recordamos a él.