San Antonio de Areco: un puente para cruzar el río y otro para ir al pasado

Historia, tradición y tranquilidad invitan a perderse por las calles de esta ciudad, cruzar su icónico puente y viajar al pasado. Aire libre, gastronomía y artesanías son atractivos que se suman a la visita obligada.


Del latín traditio, la tradición es el conjunto de bienes culturales que se transmite de generación en generación dentro de una comunidad. Es, de alguna forma algo que nos define, que nos funda como sociedad. En San Antonio de Areco vive hoy una de las tradiciones fundacionales de nuestra identidad: la tradición gauchesca.

Esta ciudad ubicada en el noroeste de Buenos Aires es conocida como «Cuna de la Tradición», y el 29 de enero de 2015 fue declarada «Capital Nacional de la Tradición” por la ley nacional 27.105

“Para los arequeros la tradición es muy importante. Acá hay mucha gente dedicada a mantener la cultura y las tradiciones. Desde el turismo, las fachadas antiguas y las calles empedradas, los plateros y artesanos, el folclore que se escucha y se baila en cualquier rincón, la comida regional, y el gaucho que es todo un emblema. A los turistas nacionales y extranjeros nunca deja de sorprenderlos que los lugareños anden por el pueblo a caballo, y ataviados de forma gauchesca. Definitivamente la tradición nos atraviesa”, nos cuenta la Dra. Magdalena Minolfi del Círculo Médico de Areco.

 

El nacimiento de la cuna de la tradición

Hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI, la zona estaba habitada por los Querandíes. Era paso obligado en la ruta hacia el Alto Perú y Paraguay y por eso se convirtió en una importante posta comercial.  En el siglo XVII los Jesuitas establecieron uno de los primeros asentamientos a orillas del que hoy conocemos como río Areco, y una pequeña aldea fue gestándose alrededor. Pero el choque de los antiguos y los nuevos habitantes era inevitable. En 1714, un gran ataque —malón— de los querandíes asoló la región. Para librarse de ellos, los pobladores prometieron construir una capilla bajo la advocación de San Antonio de Padua.

La población contaba con unos 25 propietarios que, encabezados por José Ruiz de Arellano, dispusieron la construcción de la capilla en su Estancia del Pago de Areco, donde hoy encontramos la plaza Arellano.

El 23 de octubre de 1730, el Cabildo Eclesiástico dispuso el nombramiento de las primeras 6 parroquias de campaña, entre las que escogió a la del Pago de Areco. Esta fecha es considerada como la fundación del pueblo: fue la primera vez que lo religioso se unió con lo civil. Veinte años más tarde, Ruiz de Arellano donó la capilla fundada y un gran número de parcelas a su alrededor para la constitución del pueblo y la extensión del Santuario.

Varias décadas después de la construcción de la capilla, se creó una segunda iglesia y en 1870, la tercera que conocemos actualmente.

El pueblo lentamente fue creciendo, primero recibió prisioneros británicos provenientes de las luchas de las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807 con los que luego nacerían interesantes historias. Y más adelante, en la etapa de la Independencia, aportó a Juan H. Vieytes, uno de los hombres más lúcidos de la Revolución.

Su estratégica ubicación convirtió a la ciudad en lugar de paso y encuentro de importantes personajes de nuestra historia como José de San Martín, Charles Darwin, José Matías Zapiola, Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga.

Con la llegada de los inmigrantes a mediados del siglo XIX, el arquetipo arequero se fue completando. Españoles, croatas, italianos e irlandeses se fusionaron con los gauchos que, a su vez habían surgido de la unión de los primeros españoles con los querandíes, y dieron lugar al actual paisano.

En 1926, Ricardo Güiraldes, hijo de una vieja familia local, y quien pasara parte de su infancia y su vejez en la ciudad, vuelca en su poética novela Don Segundo Sombra el resultado de tres siglos de historia. Este hito de la literatura nacional conmovió al pueblo, fortaleciendo su compromiso por preservar la tradición.

En 1939, un grupo de vecinos y paisanos organizó la Fiesta de la Tradición, hoy la celebración criolla más antigua del país, como homenaje al hombre de campo y sus costumbres. A partir de ese momento San Antonio de Areco comenzó a detenerse visualmente, en sus usos y costumbres, en el tiempo. El pueblo fue declarado “Poblado de Interés Histórico Nacional” por la Presidencia de la Nación en el año 1999.

Así comenzaba la historia de Areco, un pueblo rural donde la herencia criolla, las labores del campo y el folklore fueron marcando sus pasos como Capital Nacional de la Tradición.

Para visitar y para vivir

Según el censo de 2010, unas 23.000 personas viven y disfrutan San Antonio de Areco. “Para mi vivir en Areco es llevar una vida tranquila: que mi trabajo esté a pocas cuadras de mi casa, me permite dejar un ratito mi consultorio para buscar a mis hijos en la escuela. Disfruto la vida al aire libre y con aire de campo. Todavía todos se conocen, se saludan por la calle al cruzarse. La gente es tranquila, paciente, solidaria y confiada, porque al final es un pueblo donde nos vamos a seguir viendo”, relata la doctora que nos oficia de guía local.

Areco es una ciudad que mantiene “todas las costumbres de pueblo”, continúa contando la Dra. Minolfi. “Por la calle se debe saludar a todos los que uno cruza; al mediodía el pueblo para; los negocios cierran y todos desaparecen por un rato; se acostumbra la siesta. Cuando uno pide una dirección nadie conoce ni el nombre de la calle, pero todos sabemos la casa de quién es, al lado de quién vive, en frente de qué negocio… así llegamos a todos lados, por referencias que solo los locales conocemos”.

San Antonio de Areco es uno de los pueblos más lindos y auténticos para visitar en la Provincia de Buenos Aires. Cuenta con atractivos de todo tipo: naturales, culturales, históricos y tradicionales.

Además de los circuitos más tradicionales, la Dra. Magdalena Minolfi recomienda “Perderse en sus callecitas: cualquiera que uno elija tiene encantos de antaño. Se puede descubrir una joyita arquitectónica o una plaza donde los niños juegan tranquilos. Miles de panaderías, la mayoría pintorescas, ¡todas con manjares! Locales que venden chacinados y embutidos locales. Platería tradicional y Joyería novedosa. La iglesia de San Patricio completamente fuera del circuito tradicional, y los otros pueblos del partido muy pintorescos, como Duggan a 15 km y Vagues a 8 km”.

Los imperdibles de ciudad son muchos:

Plaza Arellano

Es la plaza principal del pueblo y, como tal, está rodeada por los edificios más importantes: la Comisaría, la Municipalidad, el Registro Civil, y la Parroquia San Antonio de Padua. También hay tres bares históricos: El Tokio, El Mitre, y La Esquina de Merti.

Parroquia San Antonio de Padua

La piedra fundamental de la iglesia construida como ofrenda al santo que le da nombre fue colocada el 7 de febrero de 1869 y se encuentra debajo de la puerta de la entrada principal. En esta piedra se colocó una caja de plomo que contiene el acto original escrito en pergamino, los periódicos del día y algunas monedas de la época.

Ribera de Areco

Caminando desde la plaza hasta el río, encontramos varios locales de artesanías y antigüedades, restaurantes y bellas casas con construcciones típicas de campo. Junto al Río Areco hay toda una zona de parques, con sectores de parrillas, baños públicos y un pequeño mercado artesanal que funciona los fines de semana.

Puente Viejo

Este pintoresco puente data de 1857 y es un icono de la ciudad. En palabras del novelista y poeta Ricardo Güiraldes: “En las afueras del pueblo, a unas diez cuadras de la plaza céntrica, el Puente Viejo tiende su arco sobre el río, uniendo las quintas al campo tranquilo”. Un dato curioso es que se cobraba para cruzarlo y solo funcionaba de día; al anochecer, se cerraba el acceso con cadenas.

Pulpería La Blanqueada

Cruzando el río hacia el norte, 300 metros campo adentro, encontramos la pulpería La Blanqueada que recibía tanto a los residentes, como a los viajeros y comerciantes que pasaban por el pueblo.

Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes

Funciona dentro y en los alrededores de lo que era una típica estancia, a la cual se accedía por un puente levadizo sobre una zanja que servía de protección contra los ataques de los querandíes.

Creado en 1936 por el entonces intendente José Güiraldes, hermano del célebre escritor, el museo recrea la vida y cultura de hacienda en el siglo XVIII, tanto en el interior como en el exterior de la vieja estancia.

Estancias para un día de campo

Los alrededores del pueblo ofrecen la posibilidad de experimentar un día de campo disfrutando de las tradiciones de la pampa.

El lugar de la historia

El Casco Antiguo de Areco guarda un secreto que muy pocos viajeros conocen: algunos de sus edificios son en realidad una parte muy importante de la historia y de la identidad de este pueblo.

Son alrededor de 40 los lugares que fueron declarados de Interés Histórico por el municipio. Por eso, todavía muchas casonas de Areco conservan la estética del 1900 y nos hacen revivir el espíritu de esas épocas.

Bares Históricos

Hay varios en el centro. Son el lugar ideal para tomar un café o una cerveza, y sentir la nostalgia del pasado. Su decoración de época nos muestra: botellas, utensilios de cocina, carteles y todo tipo de objetos antiguo.

Los arequeros disfrutan su ciudad con actividades al aire libre, pero tal como nos cuenta la Dra. Magdalena Minolfi “la principal actividad de los lugareños es socializar. Sin tiempo, sin apuro, los vas a ver sin duda tomando algo en “lo de Bessonart”, un bar histórico que conserva los palenques para atar los caballos en la vereda, ¡una visita imperdible!

Siempre viene bien un sándwich de crudo y queso, o por qué no, una picada con un vino o una cerveza en verano. Esta es una actividad que va de generación en generación, la mayoría de los locales la ataviados como gauchos, después de una jornada de trabajo asisten a la Peña en la Matera del parque criollo, para bailar y comer algo rico”.

Los sabores del campo

En la gastronomía, el campo también pone su impronta “Acá el asado es bueno siempre. Y si es al asador, aún mejor. Puede ser en una parrilla de la costanera del Río Areco, o en un día de campo, pero jamás falla.

Las empanadas de carne son un obligado y hay muchos lugares como La Calandria, una parrilla en Ruta 41; o la Posta de Vagues, en el pueblo homónimo.

Los lugareños conocemos, además, a aquellas cocineras que venden desde su casa. ¡Siempre son las mejores! Y, a la hora de los dulces, la visita obligada a la chocolatería local, La olla de cobre, ¡después de probar sus chocolates, dulces y alfajores van a querer quedarse en Areco para siempre!”