Una radiografía de la historia de los rayos X

Indicar placas de rayos es una práctica frecuente en la medicina. Y son pocas las personas que, a lo largo de su vida, no se han realizado al menos una. En esta nota, un recorrido por la historia de los rayos X, herramienta fundamental para el cuidado de la salud.


 Como muchos otros descubrimientos, el de los rayos X ocurrió por accidente. Una tarde de 1895, el ingeniero mecánico y físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen experimentaba con un tubo de rayos catódicos, ciertas condiciones de oscuridad y placas fotográficas, cuando le pidió a su esposa que dejara su mano inmóvil por unos segundos en la trayectoria de los rayos. Lo que observó luego en la placa fue una imagen de la mano con las sombras de los huesos proyectadas, otra sombra más suave de la carne que rodeaba los huesos y la silueta perfecta del anillo que llevaba en su dedo anular.

Así comenzó la historia de los rayos X.

La primera placa

Historia de los rayos XCuando realizó esa primera placa, por ese entonces difundida como “röntgenograma”, Röntgen desconocía en realidad la naturaleza de los rayos, por lo que decidió llamarlos X.

Poco tiempo después dio a conocer su descubrimiento, lo que le valió primero la desconfianza y desaprobación de sus colegas y luego, prensa escrita mediante (Viena Die Presse, Reuters y The Daily Chronicle), el merecido reconocimiento y la expansión de su hallazgo al resto del mundo.

La historia de los rayos X explota

En 1901, Röntgen recibió un premio Nóbel por su descubrimiento. Pero mucho antes, su hallazgo ya había comenzado a revolucionar la historia, no solo de la medicina, sino también de la cultura popular y la vida cotidiana. Incluso, algunos miembros de realeza estaban fascinados, como la reina Amelia de Portugal, que ordenó tomar placas de sus damas de honor para demostrar el daño que producían los corsés.

A lo largo de la historia de los rayos X, la técnica y la aplicación de las placas se fueron perfeccionando y ampliando. No solo permitían ver huesos rotos, sino que gracias a esas imágenes en blanco y negro los cirujanos podían ver los cuerpos extraños dentro del organismo y operar sin causar daños mayores en el paciente.

Los radiólogos también hallaron que con los rayos X podían diagnosticar problemas reumáticos, afecciones metabólicas anormales y trastornos de osificación. Con las mejoras en los equipos, los médicos comenzaron a evaluar más exhaustivamente el corazón, detectar tumores de pulmón y ver los movimientos del diafragma.

Las dificultades para estudiar los sistemas vascular y gastrointestinal tuvieron como consecuencia otra innovación: los métodos de contraste.

Los rayos X fuera del consultorio 

Los flamantes radiólogos y los médicos no eran los únicos maravillados con los rayos X, sino gran parte de la sociedad. En los medios de comunicación se multiplicaban las noticias sobre este nuevo hallazgo, presentado como una panacea.

Esto, a su vez, captó el interés de algunos empresarios, que vieron las posibilidades de hacer grandes negocios. Se crearon así, por ejemplo, los criptoscopios que, similares a los prismáticos, permitían ver los rayos X a la luz del día. O el espectáculo de fluoroscopía que ofrecía Thomas Alba Edison en 1896, en la Exposición de la Luz Eléctrica de Nueva York, que invitaba a los visitantes a “ver el interior de sus cuerpos”. O el fluoroscopio de zapatos, o podoscopio, un artefacto que para la década del 50 estaba en más de 10.000 zapaterías de Estados Unidos y posibilitaba ver cuán bien calzaba un zapato.

El bien y el mal a la vista

La historia de los rayos X y su auge también impulsó rumores, mitos urbanos y falsas creencias. Así, por ejemplo, a principios del siglo XX algunos pensaban que esta técnica haría posible ver los pensamientos y sentimientos de las personas, fotografiar fuerzas invisibles y ver una cuarta dimensión.

Los rayos X, según un diario de Nueva York, se utilizaban también para proyectar imágenes anatómicas en los cerebros de los estudiantes de medicina. Además, se afirmaba que tenían efectos hipnóticos, que servían para mejorar las sesiones de necromancia y espiritismo y hasta se creó una supuesta ropa interior a prueba de rayos X.

Los efectos y los mártires

Tal fue la aceptación y el posterior auge popular de la técnica de rayos X, y el desconocimiento inicial de sus efectos, que en su historia hay también un capítulo para los mártires. Fue el radiólogo británico Hall Edwards quien primero alertó formalmente sobre las consecuencias, sufriendo primero dermatitis y luego la amputación de sus manos. El asistente de Edison en el famoso espectáculo de fluoroscopía murió por quemaduras a causa de los rayos.

Los pioneros en la Argentina

En nuestro país, la historia de los rayos X comienza en diciembre de 1896, en el Hospital de Bahía Blanca, donde el médico Tomás Varsi realizó la primera radiografía.

Con la mediación del cónsul alemán, Varsi logró que un precario equipo de rayos X llegara desde Berlín. Luego, fue el médico Alfredo Lanari —uno de los fundadores de la entonces Sociedad Médica de Radio y Electrología argentina— quien promovió la introducción de la radiología en la carrera de Medicina y logró que en 1920 se creara la Cátedra de Radiología.

Por otro lado, tal como sucedió en otros países del mundo, cuando los equipos radiográficos comenzaron a ser cada vez más frecuentes en los hospitales argentinos, a principios del siglo XX, algunos medios de comunicación trataron las noticias de manera satírica, presentando la práctica como una herramienta que permitía ver a través de los cuerpos y las paredes, anunciando así la posible desaparición de la vida privada.

Qué vemos cuando vemos una radiografía

Los rayos X son una radiación de ondas electromagnéticas que permite ver el interior del cuerpo en diferentes tonos de blanco y negro, ya que los tejidos absorben la radiación en distintas cantidades (el calcio de los huesos absorbe más, por lo que estos se ven blancos; la grasa y los tejidos blandos captan menos, por lo que se ven grises; y el aire menos aún, por lo que los pulmones se ven negros).

Hoy todos sabemos que esta radiación tiene sus efectos negativos, por lo que se debe usar un delantal de plomo para cubrir algunas partes del cuerpo y los radiólogos que operan los equipos lo hacen desde una cabina que los protege.

Más de cien años después de ese primer “röntgenograma”, las imágenes de rayos X son hoy una herramienta fundamental y habitual de la medicina. Se las utiliza no solo para evaluar fracturas, la presencia de cuerpos extraños y patologías como la neumonía, sino también, gracias a la evolución de la técnica, para detectar tumores y masas anormales en tejidos blandos. Su uso como atracción de feria, o los famosos anteojos de rayos X de las películas, quedaron en la historia.