Luján, la ciudad de la patrona de los argentinos

LujánHistoria, fe, encanto natural y tradición son algunos de los atractivos de esta ciudad a la que siempre vale la pena volver.


Datos, hechos y acontecimientos se entretejen en las historias de las ciudades con mitos y leyendas y en ese delicado equilibrio entre lo que sucedió y lo que los relatos traen hasta nuestros tiempos se lee la historia de las ciudades. Luján no es la excepción. Algunas hipótesis sostienen que su nombre deriva de los indios Lojaes que vivían en esas tierras otras afirman que el río ya llevaba el nombre de Huyan o Sehuyan. Sin embargo, la discusión quedó cerrada con la versión histórica más aceptada, esa que cuenta que el río lleva el nombre del capitán español que perdiera la vida en sus orillas, en la batalla contra los querandíes, un 15 de junio de 1536, en la celebración del Corpus Christi. Allí tuvo entonces, la ciudad su primer vínculo con lo religioso.
La historia cuenta que los indios incendiaron las naves y el caserío de los intrusos blancos, y que unos 300 españoles salieron en procura de víveres. Al encontrarse con los nativos, fueron derrotados, tuvieron 38 bajas, entre las cuales se encontraban Diego de Mendoza y el Capitán Pedro de Luján. Durante la batalla, el caballo de Luján se espantó; el capitán no pudo sujetarlo porque estaba mal herido; y llegando a la orilla derecha de un río que hoy lleva su nombre, cayó ya sin vida. Sus huesos fueron encontrados días después junto a las aguas y su caballo pastando en las cercanías. Según algunos estudiosos, el combate se libró no muy lejos de donde 100 años más tarde se produciría la milagrosa detención de la Carreta de la Virgen; y el Capitán Luján, habría perdido la vida cerca del paraje que años más tarde recibiría el nombre de «El árbol solo», y donde luego nacería la ciudad de Luján.

Vencidos, los conquistadores abandonaron la zona. Los querandíes quedaron dueños de las tierras, el ganado vacuno y los caballos que empezaron a multiplicarse a gran escala en estado salvaje. Pronto los indios adquirieron una inigualable destreza en el manejo del caballo, elemento fundamental en los malones, que tanto atormentaron a los españoles.

Recién en 1580, los conquistadores volvieron a la carga, esta vez a las órdenes de don Juan de Garay, quien fundó un nuevo fuerte en el mismo lugar donde lo había hecho don Pedro de Mendoza. Garay repartió tierras entre sus acompañantes, y el río Luján se convirtió en límite natural.

La ciudad y el milagro

“Lujan tiene y sigue teniendo muchas historias propias, pero ninguna opaca a la del milagro y el cuidado del negrito Manuel y su devoción por la figura de la virgen” nos cuenta el Dr. Norberto Hernández del Círculo Médico de Luján.

El 21 de marzo de 1630 llegaba al puerto de Buenos Aires el barco San Andrés desde Brasil. Traía en su bodega dos imágenes sagradas.

El portugués, Don Antonio Farías de Sáa, quien tenía una estancia en el pago de Sumampa, jurisdicción de Córdoba del Tucumán, le había encargado al dueño del navío que le trajera una imagen de la Virgen, para ponerla en una capilla en su estancia. Farías de Sáa nunca imaginó que de ese pedido surgiría la patrona de todos los argentinos.

El marino, Andrea Juan, cumplió el encargo. Sin embargo, el artista no envío una, sino dos imágenes.

Ambas eran de arcilla cocida, y viajaban protegidas en cajas de madera. Una, la que hoy vemos en la Basílica, mostraba a la Virgen en su Concepción, la otra, con el Niño Jesús en sus brazos, siguió camino y llegó a Sumampa.

La historia aparece resumida en el libro del padre Juan Guillermo Durán “De la frontera a la Villa de Luján – Los comienzos de la gran Basílica”: «En el camino real a Córdoba, allá por principios del mes de mayo, cuando la tropa de carretas se encontraba a orillas del río Luján, en un paraje denominado ‘El Árbol sólo’, la imagen que representaba la Inmaculada Concepción determinó quedarse milagrosamente en aquel lugar para amparo y veneración de los pobladores de la zona”.

En su largo camino a Córdoba, los troperos descansaron en la estancia de Rosendo de Trigueros, a la vera del río Luján. Cuando quisieron seguir viaje no pudieron mover la carreta. Lo intentaron varias veces sin éxito. Decidieron liberar la carga y probar si rodaba. Retiraron la caja que llevaba la Maternidad de la Virgen y los bueyes no pudieron desplazarse del lugar. La volvieron a cargar y bajaron la otra encomienda, la de la Virgen de Luján: la carreta marchó con normalidad. Lo interpretaron como un designio divino: la Inmaculada Concepción no quería irse de ese lugar.

Entre el asombro y la devoción decidieron trasladar la imagen a la casa de la familia Rosendo. La depositaron en una improvisada ermita con un precario altar, donde, según relata el padre Durán, la Santa Imagen comenzó a ser venerada.

Una devoción de boca en boca

Pronto el relato viajó y crecieron la devoción y el pedido de milagros.

Tres años después fue necesario construir una ermita junto a la casa; se trataba de un modesto rancho de adobe y paja con una cruz en lo alto que lo distinguía en medio de la soledad del campo. Allí en la pequeña y humilde ermita transcurrieron unos 40 años, durante los cuales, el primer y principal propagador del culto fue un esclavo conocido como el negrito Manuel que venía acompañando a la Imagen desde Brasil. Desde el momento del Milagro, Manuel fue consagrado por completo al cuidado de la Santa Imagen, limpiando el altar y asegurándose de que la luz ardiente nunca faltara. Él mismo se reconocía como el verdadero y exclusivo esclavo de la Virgen.
Corría el año 1666, y tanto la estancia como la capilla, habían caído en un total abandono; solo el Negro Manuel mantenía el culto. Habían pasado casi cuarenta años desde el milagro y el culto aún no había sido oficializado.

La imagen fue vendida a doña Ana de Matos, quien la llevó a su casa cerca de «El árbol Solo», donde años más tarde se instalaría el caserío fundacional de lo que es hoy la ciudad de Luján.

El Negro Manuel

Doña Ana trasladó la pequeña imagen de 38 centímetros, dejando solo al Negro Manuel. Una vieja tradición asegura que la virgen volvió por sus propios medios junto al Negro Manuel varias veces. Doña Ana pensó que el suceso era sobrenatural, de origen divino y acudió al obispo Fray Cristóbal de Mancha y Velazco, y al Gobernador don José Martínez de Salazar. Ambas autoridades decidieron hacer el traslado ellos mismos; conformaron una gran comitiva en la cual estaba Manuel. Luego de 40 años del Milagro, fue proclamado el nombre de Nuestra Señora de Luján.

La imagen se quedaría para siempre en estos lugares. Vendría luego el oratorio junto a la casa de doña Ana, y más tarde distintas capillas antecesoras de su octavo lugar de culto, la actual Basílica Nacional de Luján.

Un poco de turismo

“Si bien quien viene a Luján sabe que va a hacer turismo religioso y que obviamente va a visitar la Basílica, también hay otros lugares. Por Luján pasa la historia de nuestro país.

El cabildo, la casa de Sobremonte, y nuestros museos como el Museo del Transporte donde encontramos la primera locomotora de ferrocarril llamada La porteña; el Plus Ultra, un avión que cruzó el Atlántico; autos presidenciales y yendo más atrás en la historia, las carretas y carruajes”, nos cuenta el Dr. Hernández.

La majestuosidad de la Basílica Nacional, imponente ejemplo del arte gótico contrasta con la simpleza del estilo colonial del Complejo Museográfico más grande de Latinoamérica y las maravillosas Recovas de la Avda. Nuestra Señora de Luján.

El río Luján y su bellísima ribera invitan a disfrutar la naturaleza.

Además, las estancias de la zona fueron pioneras en el impulso del Turismo Rural nacional y ofrecen propuestas para vivir un día de campo. Pueblos históricos como Carlos Keen y Jáuregui son opciones que completan la visita.

Frente a la Basílica se extiende la recién reconstruida Plaza Belgrano, un inmenso espacio que recibe año a año a los miles de peregrinos que la visitan.

“Los lujanenses tienen una ambivalencia con el turista, -muchos suelen quejarse por lo que alteran con la peregrinación-, pero todos somos conscientes de que es uno de los días en los que la ciudad se promociona mejor y que la actividad económica que depende del turismo y que moviliza la economía de Luján tiene en esos días, con esas dos grandes peregrinaciones, un evento que la mayoría termina tolerando porque sabe los beneficios que trae para muchos vecinos” aporta el Dr. Hernández.

Los terrenos eran propiedad de Doña Ana de Matos y se llamaba Plaza Real, porque por ella pasaba el Camino Real hacia el Alto Perú.

Años después de la muerte del Gral. Belgrano se levantó allí el primer monumento en su memoria y se le dio su nombre.

La obra perteneció a Don Jaime Palet: una columna dórica de 14 metros de altura sobre la que se colocó el busto del Gral. Belgrano.

La Basílica gótica tiene dos torres de 106 metros y 17 campanas traídas de Milán. Tres portales abren el paso a las tres naves en las que se divide el templo que tiene una longitud de casi 100 metros. Para 1922 estaba casi terminada. Desde el altar mayor se accede al Camarín de la Virgen donde se encuentra la imagen histórica.

En un nivel inferior que ocupa toda la planta y al cual se accede desde el portal se llega a la Cripta que en exhibe imágenes con todas las advocaciones de la Virgen en cada país latinoamericano.

La Basílica fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1998.

Está rodeada por los edificios que corresponden al Antiguo Cabildo, al Complejo Museográfico Enrique Udaondo, Museo de Bellas Artes Félix Amador, Museo del Transporte y una serie de importantes locales que hacen a la vida comercial de la ciudad.

El en río, que a la altura de la ciudad describe un profundo meandro, se pueden realizar paseos en catamarán y recorrer la ribera donde encontramos el Parque Florentino Ameghino, diseñado por el arquitecto Carlos Thays.

Otra manera de disfrutar la naturaleza es la Reserva Natural Quinta Cigordia, más de 15 hectáreas y unos 500 metros de costa sobre el río con variedades arbóreas y pájaros de múltiples especies.

El emblemático Zoo de Luján es un predio de 15 hectáreas.  Originalmente era una estancia con zonas arboladas que permiten la condición casi natural de muchos animales.

A la hora de comer, la oferta de la ciudad es amplia. “Lujan tiene muchos lugares recomendables; el polo gastronómico de Carlos Keen tiene muchísimos restaurantes ubicados alrededor de una vieja estación de trenes. Es un pueblo muy pequeño de campo a más o menos 10 km de la Basílica.

En la ciudad, tenemos el restaurante 1800, un local de esos años que ha tratado de conservar las características y que todos los lujanenses visitamos porque es una garantía de que vamos a tener ricos platos”, nos cuenta el Dr. Hernández.

Hay muchos más rincones de la ciudad esperando para recorrer y espacios al aire libre que pueden visitarse y pasar un día inolvidable.