La cultura de reciclar enmarca múltiples áreas, pero sin dudas, el arte es una de las que más se nutre de esta práctica. Teléfonos, bolsas, plástico sacado del fondo del río, botellas, ojotas sin su par, juguetes rotos, vidrios y metales, maderas y latas, pedazos de bicicletas, retazos de carteles, esqueletos de paraguas, papeles: todo puede convertirse en arte reciclado.
Algunos reciclan plástico y hacen ladrillos o madera, algunos reciclan papel para hacer más papel y otros, inspirados, ven arte donde todos vemos basura.
Nuestra sociedad genera una cantidad increíble de residuos. Y por eso el reciclaje se ha convertido en una acción imprescindible para proteger el medio ambiente.
Así nació el “Trash Art”, la técnica de utilizar desperdicios, basura o materiales sin valor para realizar obras de arte.
Artistas como Pablo Picasso y Georges Braque, por nombrar a dos grandes que son parte de la historia, hicieron collages con diarios, papel de revistas y hasta usaron retazos de viejas maderas. Los dadaístas –con Marcel Duchamp y su urinario a la cabeza– a principios del siglo XX crearon el ready made, sacando objetos cotidianos de su entorno habitual para resignificarlos.
Primeros movimientos
El movimiento Junk Art es una división del arte contemporáneo surgido en los años 50. Los artistas de este movimiento utilizan la chatarra y residuos como material de partida.
El término fue acuñado por primera vez por el crítico y curador Lawrence Alloway quien, siguiendo la vuelta de la cultura de la chatarra para los productos industriales manufacturados, introdujo este concepto en la crítica de arte. Con él designó el movimiento artístico americano que realizaba piezas con deshechos y que surge como respuesta al idealismo del expresionismo abstracto.
Entre los artistas más famosos del arte chatarra están los americanos John Angus Chamberlain, Lee Bontecou y Richard Stankiewicz. Los artistas europeos de Neodada y Nouveau Réalisme, como César y Jean Tinguely, también utilizaron productos de desecho y basura para sus esculturas.
Desde la década de 1950, el arte basura, incorporó bolsas de basura, neumáticos de automóviles desgastados o periódicos empaquetados como parte de sus obras.
En nuestro país, cuando, en 1960, poco se hablaba de la importancia del reciclado para la conservación del medioambiente, Antonio Berni ya utilizaba en sus obras papel, madera, cartón y deshechos, que recolectaba en basurales y distintos centros urbanos.
Es cierto que a diferencia de lo que hoy conocemos como arte reciclado, Berni no utilizaba estos materiales con un fin ecologista: reciclar desechos para convertirlos en arte, era su modo de despertar la conciencia social acerca de la pobreza y marginalidad en la que vivían miles de argentinos por aquellos años.
Juanito Laguna, un niño de villa miseria, y Ramona Montiel, una prostituta se convirtieron en los protagonistas de sus obras. Con ellos, Berni comenzó a experimentar nuevas técnicas de grabado y ensamblado, y narró sus historias usando desechos y sobras de prendas y materiales de obras de construcción. El mensaje era claro y contundente: Ramona y Juanito eran producto de los desechos que la sociedad producía, los marginales de un sistema industrial despiadado.
El reciclado convertido en arte
Son desperdicios, y son materiales. El concepto de qué es desecho varía de acuerdo con la mirada y el uso. Eso que algunos tiran, aquello que se entierra, se deja abandonado, puede ser materia prima de algo más. Reciclar es la tarea de las últimas décadas y sucede también a la hora de hacer arte. Vivir de un modo sustentable puede dar como resultado, también, una obra.
La sociedad actual genera una enorme cantidad de residuos y por eso el reciclaje se ha convertido en una acción imprescindible para proteger el medio ambiente. Dentro de esta actividad surgieron dos modos de reciclar: el infrareciclaje, en el que el ciclo destructivo es más lento y los objetos resultantes pierden calidad durante el proceso y el suprareciclaje en el cual los objetos creados adquieren valor gracias a la intervención de la creatividad.
Dentro del suprareciclaje surgió un movimiento artístico conocido como arte reciclado —upcycled art o upcycling art en inglés— que tiene más de un representante en el mundo artístico en todo el planeta. Sus obras, son además de un placer estético, un modo de protestar contra el consumo excesivo y la contaminación medioambiental.
Transformación es la palabra clave en este tipo de arte. Cada artista convierte residuos como el papel, el cartón, la madera, el cristal, los plásticos, los metales o el caucho en obras de arte. Va más allá del reciclaje porque se crean objetos que superan el valor económico, cultural y social del producto original.
El movimiento tiene su fecha de nacimiento, y tiene un costado, además de artístico, activista: en 2002 William McDonough y Michael Braungart definieron el Upcycling en su libro “De la cuna a la cuna. Rediseñando la forma en que hacemos las cosas”.
Drap art y el upcycling
La tendencia va creciendo; no como gesto snob, ni obra críptica. Es arte, es estética y también es declaración de principios. Tan activista como cultural.
En 1995 nació se realizó por primera vez el Festival Drap-Art, un evento itinerante que se realiza todos los años desde entonces, para promover la conciencia y el respeto por el medio ambiente a través del reciclaje creativo.
El festival nació en Barcelona y ya se hizo en Francia, Grecia, Israel, Estados Unidos, Italia, Alemania, Japón y Uruguay, entre otros países del mundo, incluyendo el nuestro que tuvo su turno en 2017, en el Centro Cultural Recoleta. A lo largo de sus 24 años, difundió el trabajo de más de 780 artistas.
Drap Art es una asociación de artistas, gestores culturales y personas creativas de diversas disciplinas que buscan hacer visibles los desastres ecológicos ocasionados por la sociedad de consumo actual y proponen estilos de vida alternativos, más sostenibles a través del arte.
Es también una plataforma para artistas que recuperan el concepto del objet trouvé y lo reflejan en su entorno y sus preocupaciones.
Además, Drap Art se ha convertido en una red para los artistas, diseñadores, artesanos y otros profesionales creativos y actúa como una campaña de sensibilización que se hace eco y difunde las reflexiones de sus artistas sobre cuestiones medioambientales y sociales, fomentando el consumo responsablemente, el cambio de hábitos y el el lema de las tres R: reducir, reutilizar y reciclar.
La filosofía de Drap Art se está extendiendo a otros campos de la acción social y cultural como premisa para sobrevivir en el tiempo actual de crisis económica, social y medioambiental, promoviendo el arte como herramienta de experimentación y transformación.
Arte reciclado made in Argentina
La segunda oportunidad para la basura que se transforma en obras, también existe en Argentina. Poco a poco se van sumando más artistas a la idea de trabajar con lo que en general se considera un deshecho.
Sobre el Riachuelo, se instaló la obra Terzo Paradiso (Tercer paraíso) del italiano Michelangelo Pistoletto: tres mil botellas de plástico pintadas con colores y que con el paso del tiempo crearon una suerte de isla de camalotes.
Los rezagos de desechos ferroviarios de Carlos Regazzoni ya son parte de paisajes urbanos de varios puntos del país. Y hace años que Diana Aisenberg pone a quien se preste a enhebrar mostacillas y bijouterie olvidada o donada para seguir tejiendo su obra Paraíso, un cortinado en eterno crecimiento y movimiento.
Metales recuperados
En este mundo, encontramos a Marcelo Toledo, un artista reconocido a nivel mundial. Entre sus clientes están Robert De Niro, Ricky Martín, Madonna y la reina Máxima. Trabaja en metal y desde niño obtenía sus materiales de lo que otros descartaban. A los 10 iba a la vieja Entel a pedir cables para usar el cobre. Hoy en día sigue obteniendo el metal para sus obras de los residuos.
Su proyecto “Detrás de las paredes” reúne dos ideas fuertes interrelacionadas.
Se trata de una serie de obras sobre la violencia de género. Mientras la desarrollaba, Toledo conoció a mujeres que la sufren y que trabajan en un área que también se relaciona con su trabajo.
“En una de las tantas charlas que tuve, muchas me contaron que estaban trabajando como recuperadoras urbanas para, de esa forma, poder salir de su entorno violento y, a la vez, tener la posibilidad de independizarse económicamente y rehacer su vida en otro ambiente», le contó Toledo a Clarín «Desde mi rol como artista, me di cuenta de que podía adquirir el metal que estas mujeres recicladoras habían recolectado, y usarlo para transformar la basura en obras de arte».
Toledo también trabajó sobre lo que él llama tramas urbanas. «Son esas calles que las recuperadoras urbanas transitan todos los días, en busca de materiales entre los residuos», especificó en la entrevista con Clarín.
Toledo agregó que le interesa especialmente analizar la contaminación ambiental que generan las ciudades y las industrias, los desechos que se producen en los puertos y la navegación en zonas marítimas.
«Muchos metales -dice- son una amenaza, dado que afectan las redes alimentarias y causan cambios en la vida marina». A través del arte, Toledo busca resignificar todos estos hechos.
El artista y orfebre también trabajó en grandes muestras que intervienen el espacio público, donde propone una apropiación instalando distintas esculturas realizadas con el metal recolectado.
“Todas estas obras representan figuras embrionarias que remiten al origen de la vida, sus ciclos y su reproducción, como una auténtica metáfora de lo que estoy haciendo con estos materiales. Aquí, el fruto del material reciclado permite la toma de conciencia sobre los desechos que producimos y también la exploración de la regeneración de la vida a través del arte. Las elecciones de las zonas no son casuales, ya que las obras estarán emplazadas en espacios públicos cercanos a las aguas», relató el artista.
«Creo que la educación es uno de los factores fundamentales en este devenir de nuevos hábitos. Uno siempre termina haciendo cosas a las que se acostumbra. Debemos aprender a reciclar los residuos, tomar conciencia de lo que éstos ocasionan en el medio ambiente, y encontrar maneras fáciles y comunes de ser menos agresivos con nosotros mismos y con nuestra tierra», agregó.
Toledo busca presentar obras que implican una reutilización de materiales a los que les asigna un nuevo significado. Los residuos recolectados por estas mujeres no son simplemente materiales reciclados, sino que retornan al espacio público de donde fueron sacados, para ser integrados entre nosotros y generar un llamado de atención sobre nuestros hábitos y costumbres. El arte se postula como uno de los principales agentes para lograr llamar la atención y generar así la posibilidad de un cambio real.